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Efecto de los compuestos perfluorados en la reproducción
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1. Introducción
A través de la historia, la humanidad se ha enfrentado a diversas circunstancias que han puesto en peligro a todos los seres vivos (plantas y animales), riesgos de variada naturaleza que van desde fenómenos naturales, guerras, epidemias, o contaminación con diferentes compuestos que se encuentran en el ambiente. La mayoría de dichos compuestos fueron sintetizados por el hombre para mejorar su calidad de vida; sin embargo, estas sustancias son capaces de afectar a los individuos expuestos, aun sin ser los organismos blanco para los cuales fueron diseñados, por ejemplo, el caso de los plaguicidas y herbicidas (Sacchettini y col., 2015). Hoy en día existe una gran preocupación sobre los efectos de los agentes xenobióticos en animales silvestres y en los humanos, ya que su desempeño se puede alterar cuando se encuentran expuestos a contaminantes de distinta naturaleza, ya sea física, química o biológica. En la última década, la investigación se ha enfocado a evaluar el efecto de la exposición a sustancias como los bifenilos policlorados (PCBs), plaguicidas organoclorados y organofosforados, ftalatos, compuestos perfluorados (PFCs), etcétera, en la salud humana. En esta revisión nos concentraremos en analizar los efectos de los PFCs en la reproducción.
1.1 Toxicología reproductiva
La toxicología reproductiva es la rama de la Toxicología que estudia el impacto deletéreo producido por xenobióticos en la reproducción, incluye los trastornos sobre la fertilidad, el desarrollo embrionario y alteraciones en la descendencia (Repetto, 1997). Los xenobióticos pueden ser agentes químicos naturales o sintéticos, biológicos y físicos (Bonilla y col., 2001). Los trastornos en la fertilidad abarcan efectos en la libido, el comportamiento sexual, espermatogénesis y ovogénesis, la actividad hormonal, el proceso de fertilización y el desarrollo del cigoto hasta la fase de implantación (Caméan y Repetto, 2006).
1.2 Los compuestos perfluorados
Los PFCs son un grupo de productos químicos que no se encuentran naturalmente en el medio ambiente y se han utilizado desde la década de los 50. La estructura de estos productos está constituida por una cadena de carbonos rodeados por átomos de flúor y un grupo ácido o amida situado en el extremo de la cadena de carbonos; son compuestos muy estables, hidrófobos y oleófobos (Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades, 2009). Estas propiedades únicas han dado lugar a su amplio uso, por ejemplo, en formulaciones protectoras de cartón, alfombras y productos de cuero, en la industria textil como repelente al agua y la grasa. Los PFCs se han utilizado también en las espumas contra incendios y en la producción de recubrimientos antiadherentes en utensilios de cocina y algunas prendas de vestir (DRAFT, 2011).
Los PFCs con mayor volumen de producción son el sulfonato de perfluorooctano (PFOS) y el ácido perfluorooctanoico (PFOA); seguidos de éstos, con una cantidad menor de producción, se encuentran el sulfonato de perfluorohexano (PFHxS) y el ácido perfluorononanoico (PFNA). Sólo en Estados Unidos la producción reportada de PFOS y PFOA en 2002 fue de 6,804 kg y 226,796 kg, respectivamente (DRAFT, 2011). Los precursores de los PFCs son alcoholes fluorotelómericos (FTOHs), cuyos volúmenes de fabricación han sido estimados en 11,000-14,000 ton, después de 2002, originando una producción global de 44,000-80,000 ton para los ácidos carboxílicos perfluorados (PFCA) (entre 1951-2004) y de 96,000 ton de fluoruro de perfluorooctano sulfonilo (PFOSF) (entre 1970 y 2002), respectivamente (Zhao y col., 2012). En la tabla 1 se muestran los PFCs más conocidos y abundantes que se encuentran en productos alimenticios de consumo humano de la población de Cataluña, España (Castells y col., 2012).
Tabla 1. PFCs más abundantes en diversos alimentos (Castells y col., 2012).
Los PFCs son altamente persistentes en el ambiente y son capaces de resistir condiciones extremas; debido a estas características son adecuados para aplicarlos en utensilios de cocina que resisten altas temperaturas y en la elaboración de materiales que tienen contacto con ácidos o bases fuertes. Los enlaces carbono-flúor son muy fuertes, lo que causa la permanencia de estas sustancias en el ambiente (ATSDR, 2009; Weiss y col., 2009). Se descomponen muy lentamente en el aire y el suelo, pasando de este último al agua subterránea, que recorre grandes distancias por las corrientes oceánicas hasta llegar a los lugares más remotos (Giesy y col., 2001). Los precursores de los PFCs, los FTOHs, son sustancias muy volátiles capaces de ser transportadas por amplios trayectos y ser degradadas a PFCs a través de mecanismos abióticos y bióticos. Debido a esto, se han detectado niveles considerables de PFCs en lugares lejanos a los sitios de producción y consumo, como el Ártico y el Atlántico Norte, en donde las concentraciones reportadas van de 130 a 650 pg/L, y el Mar de Groenlandia, cuyas concentraciones oscilan entre 45 y 280 pg/L (Gabrielsen, 2012; Zhao y col., 2012).
1.3 Vías de exposición a compuestos perfluorados
En los últimos años se han incrementado los estudios en animales y humanos expuestos a los PFCs, ya que existen evidencias de la acumulación de estos compuestos en los organismos (Cassone y col., 2012). Hay reportes que indican que en el plasma sanguíneo humano existen concentraciones más altas de PFCs que de otros compuestos; por ejemplo, las concentraciones pueden ser hasta 50 veces mayores que de los PCBs y 450 más que de hexaclorobenceno (Kärrman y col., 2006).
Los PFCs pueden ingresar al cuerpo a través de los pulmones, cuando se respira aire que los contiene (actualmente hay poca información sobre la cantidad, la velocidad y qué tipos entran en mayor cantidad por esta vía; Fraser y col., 2013); también lo hacen a través del tracto digestivo, mediante el consumo de alimentos o agua contaminada, o bien, por la piel, cuando se tiene contacto con polvos, aerosoles o líquidos (Domingo, 2012). En la figura 1 se ilustran las posibles vías de absorción de algunos compuestos tóxicos entre los cuales están los PFCs.
Figura 1. Posibles rutas de penetración de algunos compuestos tóxicos y su distribución en un organismo (modificado de Bello y col., 2001).
Se han reportado diferentes concentraciones de compuestos perfluorados en productos tan variados como aquellos de uso personal, en contenedores de alimentos, recipientes desechables, recipientes herméticos, utensilios de cocina e incluso en algunos alimentos como la miel (Eom y col., 2014; Surma y col., 2016). Sin embargo, los productos del mar como pescados y mariscos son la principal fuente de exposición (Haug y col., 2010). El análisis del plasma sanguíneo de poblaciones ubicadas en el norte de Noruega y las Islas Feroe (Reino de Dinamarca) confirmaron la relación entre la presencia de estos compuestos y su dieta diaria (Weihe y col., 2008; Rylander y col., 2009).
Actualmente existe la preocupación de una posible exposición a estos compuestos mediante agua contaminada, de tal manera que tanto en Europa, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), como la EPA y la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR) en Estados Unidos, han emitido recomendaciones sobre los límites permisibles de dichos compuestos en agua para el consumo humano; por ejemplo, en el estado de Minnesota, los niveles permisibles de PFOS y PFOA son de 300 ng/L (Grandjean y Budtz-Jørgensen, 2013).
Es posible que cantidades pequeñas de PFCs ingresen al cuerpo a través de la piel, una vez dentro del organismo se unen a la albúmina del suero sanguíneo, a través de la cual se transportan y bioacumulan en órganos como hígado y riñón, por mencionar algunos (Zhang y col., 2009; Governini y col., 2011; Kato y col., 2011; Buck Louis y col., 2015). En la figura 2 se concentran los porcentajes de ingesta de PFCs de acuerdo con los alimentos que se consumen diariamente en una población de Cataluña.
Figura 2. Porcentaje de PFCs en una dieta diaria.
El grupo de pescados y mariscos es el mayor aportador de estos compuestos, con 103.62 ng/día, pero sólo representa 29% del total de la ingesta. Otros grupos importantes son las frutas, con 49.95 ng/día (14% del total), las verduras y hortalizas, con 46.69 ng/día (13% del total) (Castells y col., 2012).
En el humano, el PFOA y el PFOS tienden a permanecer sin cambios durante largos periodos; se ha reportado que la vida media de estos contaminantes es de 3.5 a 7.5 años en el plasma sanguíneo (Shankar y col., 2011; Buck Louis y col., 2015).
1.4 Vías de eliminación de los compuestos perfluorados
A diferencia de otros compuestos como los PCBs, los PFCs no se pueden eliminar mediante la transpiración corporal (Genuis y col., 2013). La principal vía para desecharlos es la orina; también se ha observado que la leche materna puede ser otra forma de eliminación que a su vez puede contribuir a la exposición de los lactantes a estos agentes, ya que se han detectado concentraciones importantes de estos compuestos en ella (Goosey y Harrad, 2012; Mondal y col., 2014). En un estudio realizado en la población japonesa femenina, se encontraron evidencias sobre la eliminación de los PFCs mediante el sangrado menstrual, ya que los niveles de dichos compuestos en plasma sanguíneo disminuyeron más rápidamente en mujeres que en hombres (Harada y Koizumi, 2009).
Algunos reportes indican que en embarazadas y durante la lactancia la concentración de PFCs disminuyó en el plasma sanguíneo, debido a la transferencia de estos contaminantes al feto, a través del cordón umbilical, y al recién nacido por medio de la leche (en la que se localizaron hasta nueve PFCs) (von Ehrensteina y col., 2009; Whitworth y col., 2012). Estos datos indican un alto riesgo de exposición de los individuos a diferentes tóxicos desde el inicio de su vida.
2. Los compuestos perfluorados en la reproducción
Las altas concentraciones de PFCs encontradas en plasma de animales y humanos se han relacionado con padecimientos que afectan a los individuos expuestos; por ejemplo, en la rata, con la aparición de tumores en el hígado. Estudios in vivo en roedores también han mostrado diversos efectos sobre la neuroendocrinología, la reproducción y el desarrollo embrionario (EPA, 2012). Actualmente se ha reportado un descenso en la fertilidad en los humanos, hoy en día se calcula que a nivel mundial 15% de las parejas en edad reproductiva sufren algún problema relacionado con la fertilidad, cifra que podría llegar a ser aproximadamente de 70 millones de parejas, lo cual se ha relacionado con la exposición a diferentes agentes xenobióticos, entre los que están los PFCs (Teg-Nefaah y col., 2013; Agarwal y col., 2015).
2.1 Alteraciones relacionadas con la reproducción masculina
Los estudios epidemiológicos que relacionan la fertilidad masculina con los PFCs están en sus inicios, a diferencia de los que se han realizado en animales experimentales que sugieren que estos compuestos alteran la fecundidad. En roedores expuestos a estos contaminantes se ha reportado una disminución de la testosterona sérica y una reducción en el peso de las glándulas sexuales accesorias (Bookstaff y col., 1990). En el humano, a pesar de varios reportes epidemiológicos, aún existe controversia entre la relación de los PFCs y las enfermedades reproductivas. La infertilidad en los varones es un problema ampliamente investigado; se ha estimado que del total de los casos reportados de infertilidad de pareja, de 20 a 30% recae en el hombre (Agarwal y col., 2015).
Actualmente hay pocos reportes que asocian la exposición a PFCs y diversas alteraciones en la salud masculina. Nordström y col., (2009) y Toft y col., (2012) expusieron problemas relacionados con la calidad del semen, como defectos en la morfología de los espermatozoides y daño en la integridad del ADN; otros autores han observado efectos similares (Vested y col., 2013), quienes indican una posible asociación entre la exposición a PFOS y PFOA durante la vida intrauterina y su repercusión en la calidad del semen, volumen testicular y niveles de las hormonas reproductivas en hombres adultos. La exposición al PFOA durante la vida intrauterina indicó una tendencia en el aumento de LH y FSH en el adulto, además de una baja concentración espermática. En una población danesa de jóvenes de 19 años se encontró vínculo entre altas concentraciones de PFOS, PFOA y PFHxS en el plasma sanguíneo y una disminución en la concentración espermática normal, de 15.5 a 6.2 millones de espermatozoides (Nordström y col., 2009). Aún existe controversia entre la relación de PFOS y PFOA con la fertilidad masculina, ya que en un estudio posterior llevado a cabo en varones de la misma nacionalidad sometidos a análisis en clínicas de infertilidad no se encontró correspondencia entre la concentración de PFOS y PFOA en el plasma y el volumen de semen, concentración y movilidad espermática (Raymer y col., 2012).
En un trabajo posterior se examinaron seis PFCs: acetato de 2-(N-metilperfluorooctano sulfonamida) (Me-PFOSA-AcOH), ácido perfluorodecanoico (PFDeA), PFNA, sulfonamida de perfluorooctano (PFOSA), PFOS y PFOA y su vínculo con la calidad espermática en 17 muestras de semen de hombres estadounidenses. El PFOSA se asoció con cabezas de menor tamaño, un bajo porcentaje de capacidad de tinción en el ADN y un mayor porcentaje de espermatozoides bicéfalos e inmaduros. El PFDeA, PFNA, PFOA y PFOS tuvieron relación con un menor porcentaje de espermatozoides con flagelos enroscados. Todo esto sugirió que algunos de los compuestos mencionados pueden causar un efecto indeseable, pero se indica una necesidad de realizar más trabajos para corroborar estos hechos (Buck Louis y col., 2015).
2.2 Alteraciones relacionadas con la reproducción femenina
Aunque hay estudios en animales y humanos que indican una relación entre la exposición a los PFCs y alteraciones en las funciones reproductivas, existen escasas publicaciones sobre el efecto de estos compuestos en la fertilidad de la hembra. Domínguez et al. (2016) reportaron un efecto adverso del PFOS en la viabilidad y maduración in vitro de ovocitos de cerdas prepúberes expuestos durante su maduración, siendo 32 y 22 μM la concentración letal 50 y la inhibición de la maduración 50, respectivamente.
Los PFCs, como ya se ha mencionado, pueden encontrarse en plasma sanguíneo; además, en mujeres se ha reportado su presencia en el fluido folicular. Estos compuestos se han relacionado con diversas patologías como el síndrome de ovario poliquístico (Vagi y col., 2014), endometriosis (Buck Louis y col., 2012), alteraciones en el ciclo menstrual (Lyngsø y col., 2014) y aparición de menopausia precoz (Konkel, 2014). Además, se han relacionado con la disminución de tasas de fertilización y de embarazo (Governini y col., 2011; Jacquet y col., 2012). A continuación se indica la relación que existe entre los PFCs, algunas patologías y los estudios efectuados.
Síndrome de ovario poliquístico (SOP): trastorno caracterizado por hiperandrogenemia, aumento de LH, hiperestrogenemia e hiperprolactinemia, a menudo asociado con resistencia a la insulina. Es la endocrinopatía más común en mujeres en edad reproductiva, capaz de aumentar el riesgo de infertilidad, patología endometrial y enfermedad cardiometabólica (Builes y col., 2006; Bremer, 2010; Barthelmess y Naz, 2015). En una investigación hecha por Vagi y col., (2014) se planteó una correlación entre las concentraciones de contaminantes ambientales específicos –como los insecticidas organoclorados, ftalatos y PFCs– y el SOP. Los resultados del estudio respecto de los PFCs indicaron una mayor probabilidad de SOP en mujeres con altas concentraciones séricas de PFOA y PFOS.
Endometriosis: enfermedad crónica que se caracteriza por la presencia de tejido endometrial fuera del útero y se puede presentar en mujeres de todos los grupos étnicos y sociales, la prevalencia reportada es de alrededor de 10% en la población general (Moradi y col., 2014). En la actualidad, la incidencia de endometriosis se ha vinculado con la exposición a contaminantes ambientales persistentes. Buck Louis et al. (2013) observaron una correlación entre la concentración plasmática de PFOS y PFOA y una mayor probabilidad de endometriosis moderada o grave. A pesar de esto, se requieren más estudios que permitan aclarar esta posible asociación y, de ser así, averiguar los mecanismos de acción que desencadena esta patología.
Alteraciones en el ciclo menstrual: la presencia de PFOA en el plasma sanguíneo se relacionó con un alargamiento de los ciclos menstruales en mujeres de Groenlandia, Ucrania y Polonia. En la población danesa también se atribuyó un retardo en el tiempo para lograr la gestación y baja fecundidad a la exposición a PFOS y PFOA (Lyngsø y col., 2014).
Menopausia precoz: la menopausia es un proceso fisiológico en el que la mujer deja de ovular y se presenta normalmente entre los 40 y 50 años. La menopausia temprana ocurre antes de los 40 años y se ha relacionado con un mayor riesgo cardiovascular y puede ser indicador de envejecimiento biológico. El aumento del riesgo cardiovascular en la menopausia puede ser consecuencia de la privación de estrógenos, o como resultado de hipertensión, diabetes, obesidad visceral, dislipidemia y disfunción endotelial, que se producen con el envejecimiento (Ebong y col., 2014). En un análisis llevado a cabo en mujeres estadounidenses se evaluó la posible asociación entre las concentraciones plasmáticas de PFOA, PFOS, PFNA y PFHxS y la aparición de una menopausia temprana (Konkel, 2014; Taylor y col., 2014). Los resultados mostraron que aquellas con concentraciones plasmáticas elevadas tuvieron una mayor probabilidad de presentar menopausia precoz, en comparación con las de niveles bajos de estos compuestos; el estudio también reveló que las mujeres con concentraciones altas de PFHxS registraron probabilidad de 3.5 veces más de sufrir una histerectomía.
3. Los compuestos perfluorados como disruptores endocrinos
Los PFCs son considerados disruptores endocrinos, que son sustancias exógenas capaces de interferir con la síntesis, secreción, transporte, metabolismo, unión al sitio blanco o la eliminación de hormonas naturales presentes en el cuerpo, las cuales son responsables de la homeostasis, la reproducción y el proceso de desarrollo (Diamanti-Kandarakis y col., 2009; Knox y col., 2011). En un trabajo de Fields (2008), en la línea celular PC- 12 de rata, se reportó que PFOSA, PFOS, PFOA y PFBS disminuyeron la viabilidad y capacidad de sintetizar ADN y reproducirse. El PFOSA fue el que mostró daños más evidentes, ya que evitó casi en su totalidad la síntesis de ADN, la división celular y aumentó la producción de estrés oxidante, aun en concentraciones bajas.
Datos recolectados por la National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) en 2007, indicaron que 98% de las muestras de sangre tomadas de personas adultas en Estados Unidos revelaron la presencia de PFOS y PFOA (Haug y col., 2010), lo que significa que aun la población no laboralmente expuesta presenta riesgo de acumular estas sustancias potencialmente tóxicas que se encuentran en el ambiente o en productos de consumo. Estos compuestos son capaces de alterar la regulación del eje hipotálamo-pituitaria-ovario y provocar alteraciones en los ciclos menstruales, así como retardar la ovulación. Además, el PFOA y el PFOS pueden afectar la función hormonal (Jensen y Leffers, 2008; Zhao y col., 2010). El PFOA puede alterar la producción de hormonas esteroides vía ovárica como un disruptor endocrino. En roedores, la exposición durante la gestación produjo alteraciones a corto o largo plazo, pero se ha sugerido que la posibilidad de daño no es igual en todas las especies (White y col., 2011).
Los PFCs como disruptores endocrinos se han analizado en diferentes sistemas in vitro. En un estudio en células humanas de carcinoma adrenocortical (H295R) se investigó el efecto de estas sustancias, los resultados mostraron que el PFOS alteró la esteroidogénesis e incrementó de manera concentración-respuesta la secreción de estradiol, progesterona y testosterona, aunque en menor cantidad estas dos últimas hormonas. El PFOA y el PFNA disminuyeron la viabilidad; este último, a altas concentraciones, indujo la apoptosis en estas células (Kraugerud y col., 2011). En la línea celular MFC7 BOS de cáncer mamario se observó que tanto el PFOS como el PFOA tuvieron efecto estrogénico en concentraciones de 0.03-30 μg/ml y 30 μg/ml, respectivamente, mientras que una coexposición con los PFCs y 17 estradiol (E) presentó un efecto antiestrogénico, por lo cual estos compuestos pueden constituir una fuente de xenoestrógenos en animales y humanos (Henry y Fair, 2013).
4. Efecto de los compuestos perfluorados en la fertilización
La fertilización es el proceso en el cual se unen los gametos masculino y femenino, formando un cigoto; finalmente su desarrollo da origen a un nuevo organismo. La fertilización involucra varios procesos, como la adecuada maduración del ovocito y del espermatozoide, el reconocimiento y la unión de los gametos para que se lleve a cabo el subsecuente crecimiento embrionario (Betancourt y col., 2003). Dicho proceso puede ser vulnerable y estudios recientes indican que los PFCs tienen el potencial de dañar la fertilidad humana.
Algunos reportes indican que los PFCs alteran la fertilidad en las mujeres. En pacientes sometidas a programas de fertilización in vitro y transferencia embrionaria se observó una relación entre altas concentraciones de PFCs en el fluido folicular y una disminución en la calidad de los ovocitos, menores porcentajes de fertilización y número de embriones producidos, en comparación con el grupo que no presentó estos compuestos en dicho fluido (Governini y col., 2011). No obstante, existe controversia en estos hechos, ya que en un estudio se documentó que altas concentraciones de PFOS y PFOA aumentaron 2.1% la probabilidad de subfertilidad en mujeres noruegas multíparas, mientras que en nulíparas no se halló una asociación entre estos xenobióticos y la subfertilidad (Whitworth y col., 2012). En un estudio más reciente, Buck et al. (2013) advirtieron que la presencia del PFOSA en el plasma sanguíneo coincidió con la disminución en la fertilidad femenina.
5. Alteraciones durante la gestación y el desarrollo embrionario
En los últimos años se han incrementado los estudios sobre los efectos de los PFCs durante la gestación y el desarrollo embrionario humano, ya que existen evidencias de efectos adversos de estos compuestos en animales. Fei et al. (2007) reportaron que PFOS y PFOA podrían alterar la homeostasis de las hormonas sexuales y los han asociado con la incidencia de reabsorciones fetales y la pérdida de gestación en animales de laboratorio. Análisis efectuados con embriones de hámster mostraron que los PFCs alteraron su morfología cuando las hembras fueron expuestas a éstos durante la gestación, observándose una disminución en la masa corporal al nacimiento y un descenso en el crecimiento de los órganos y el esqueleto de tales roedores (Fei y col., 2008; Jacquet y col., 2012; Koustas y col., 2014). Otro estudio in vivo, también en roedores, determinó que la exposición prenatal al PFOA fue capaz de aumentar el tamaño del hígado y disminuir el tejido mamario en los individuos (Macon y col., 2011).
Woodruff et al. (2011) demostraron que cerca del 100% de las mujeres estadounidenses embarazadas presentaba diferentes contaminantes ambientales en el plasma sanguíneo, entre éstos, PFCs; los resultados mostraron la presencia de al menos cuatro de ellos. Actualmente se ha reportado que durante el embarazo la madre, además de brindar nutrientes al feto, también puede exponerlo a ciertos contaminantes como los PFCs, lo que se ha comprobado en diversos estudios, ya que se ha encontrado PFOA en el cordón umbilical y en el líquido amniótico (Mondal y col., 2012; Stein y col., 2012).
Los PFCs también se han relacionado con afectaciones en la salud de la mujer, como preeclampsia durante el embarazo. Starling et al. (2014) evaluaron una posible relación entre los PFCs y la preeclampsia en noruegas, en dicho estudio participaron 466 mujeres, todas ellas con diferentes niveles de PFCs en su plasma sanguíneo; sin embargo, los resultados indicaron que no hubo correlación entre las concentraciones y un mayor riesgo de sufrir preeclampsia en nulíparas.
6. Los compuestos perfluorados y su efecto neurotóxico
Se ha reportado que los PFCs son sustancias potencialmente neurotóxicas en animales altamente expuestos y que también pueden afectar los niveles de proteínas de importancia funcional durante el crecimiento neuronal y la sinaptogénesis (Chun-Yang y col., 2008; Johansson y col., 2009). En 2011, White et al. postularon al PFOA como un tóxico del desarrollo, ya que dicho compuesto fue responsable de diversos problemas de salud en roedores, también encontraron que la magnitud de las alteraciones endocrinas dependía del grado de exposición y de la respuesta en cada especie.
Algunos estudios se han enfocado en analizar el impacto de estos compuestos en el desarrollo de los individuos; Fei y Olsen (2011) examinaron una cohorte de nacimientos en Dinamarca en la que se analizó el posible efecto en el comportamiento o problemas de coordinación en niños de siete años expuestos en la etapa prenatal a PFCs. A pesar de que todos los menores que participaron en el estudio tuvieron contacto con PFOA y PFOS, los resultados mostraron que independientemente de los niveles de PFCs de las madres en la etapa prenatal, no existió ninguna correlación entre los niveles de estos xenobióticos y los problemas de conducta o de coordinación motora en la infancia.
7. Efecto de los compuestos perfluorados en el nacimiento
Los niños, especialmente los recién nacidos, son más sensibles a los contaminantes ambientales en comparación con los adultos. En los primeros meses de vida las vías metabólicas son inmaduras y la capacidad del bebé para metabolizar y eliminar muchas toxinas es diferente a la de los adultos. Aunque las exposiciones hayan ocurrido durante el periodo fetal o neonatal, sus secuelas pueden ser a veces observadas en años posteriores, por lo cual se necesitan más estudios para esclarecer los efectos de estas sustancias en la salud humana (Ünüvar y Büyükgebiz, 2012).
Se ha sugerido que el PFOS y el PFOA son capaces de reducir el peso de niños al nacimiento en un promedio de 69 y 104 g, respectivamente (Betts y col., 2007), estos datos fueron apoyados por otros investigadores. Fei et al. (2008) investigó en mujeres danesas que presentaban diferentes concentraciones de PFOA y PFOS en la sangre durante el embarazo temprano, los resultados mostraron una disminución en la longitud y peso de los recién nacidos, además de menor tamaño de la cabeza, lo que sugiere que la exposición fetal al PFOA puede afectar el crecimiento de órganos y esqueleto; la presencia de PFOS no se asoció con ninguno de los parámetros analizados. En niñas británicas, tanto el PFOS como el PFOA redujeron el peso al momento del nacimiento en un promedio de 140 y 108 g, respectivamente, en comparación con las niñas expuestas a bajas concentraciones en la etapa prenatal (Maisonet et al, 2012).
En otros trabajos se ha dado seguimiento al desarrollo y la calidad de vida durante la infancia de las personas que han tenido contacto con PFCs durante la gestación. Ode y col., (2014) evaluaron una posible asociación entre la exposición fetal a PFOS, PFOA y PFNA y el trastorno de hiperactividad con déficit de atención (ADHD) en un grupo de niños nacidos en Suecia. Los resultados indicaron que no hubo relación entre el ADHD y la exposición a los PFCs en la etapa fetal.
En la población canadiense se puso de manifiesto que las hijas de mujeres con PFOA y PFHxS en el plasma, aún en bajas concentraciones (1.61 y 4.46 ng/ml), tienen posibilidad de presentar alteraciones en la fertilidad (Vélez y col., 2015).
8. Los compuestos perfluorados y el aborto involuntario
La toxicidad de los PFCs se ha demostrado en animales de laboratorio; actualmente se tienen reportes que indican que altas concentraciones de PFOA y PFOS son capaces de aumentar la mortalidad neonatal, inhibir el crecimiento fetal y reducir el tamaño de la camada (Lau y col., 2006; Lau y col., 2007). Sin embargo, a pesar de estos reportes, aún hay pocos datos de estos compuestos y su relación sobre dicha condición en la salud humana.
Kold et al. (2015) evaluaron la relación entre las concentraciones plasmáticas de PFCs y el aborto involuntario en Dinamarca y encontraron una asociación entre éste y las concentraciones séricas de PFDA, PFHxS y especialmente de PFNA. Dichos hallazgos son de vital importancia para la salud pública, pero aún se requiere de más estudios para conocer si este patrón se repite en todos los países.
9. Conclusión
Los PFCs son ubicuos, capaces de bioacumularse en plantas, animales y seres humanos. Su efecto negativo se ha estudiado más en animales que en personas. En la salud reproductiva de la gente, diversos autores reportan el efecto adverso de los PFCs en diferentes poblaciones; sin embargo, aún no queda completamente claro, ya que cada organismo responde de diferente manera a estos xenobióticos, dependiendo del grado de exposición. Además, no todos los patrones se presentan en diferentes poblaciones, lo que podría deberse al grado de sensibilidad, la raza o el tipo de alimentación de cada una de ellas. A pesar de los estudios realizados, aún se necesitan análisis más completos que permitan conocer los mecanismos de acción de los PFCs en los sistemas biológicos, ya que aún se encuentran en sus inicios.
Glosario
ATSDR: Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades.
EFSA: autoridad europea de Seguridad Alimentaria.
FTOHs: alcoholes fluorotelómericos.
Me-PFOSA-AcOH: acetato de 2-(N-metilperfluorooctano sulfonamida).
PCBs: bifenilos policlorados.
PFCs: compuestos perfluorados.
PFCA: ácidos carboxílicos perfluorados.
PFDA: ácido perfluorodecanoico.
PFNA: ácido perfluorononanoico.
PFHxS: sulfonato de perfluorohexano.
PFOA: ácido perfluorooctanoico.
PFOS: sulfonato de perfluorooctano.
PFOSA: sulfonamida de perfluorooctano.
PFOSF: fluoruro de perfluorooctano sulfonilo.
SOP: síndrome de ovario poliquístico.
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Agarwal, A., Mulgund, A., Hamada, A. & Chyatte, M.R. (2015). A unique view on male infertility around the globe. Reproductive biology and endocrinology, 13, 37. doi: 10.1186/s12958-015-0032-1.
Agency for Toxic Substances and Disease Registry (2009). Resumen de salud pública - perfluoroalquilos. Disponible en: https://www.atsdr.cdc.gov/es/phs/es_phs200.html
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