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Hipertiroidismo Felino: ¡el Gran Olvidado!
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Puntos claves de la presentación:
El hipertiroidismo se diagnostica en un 1-12% de los gatos de todo el mundo, y aproximadamente un 10% de éstos tiene una edad superior a los 10 años. La mayoría de gatos hipertiroideos tienen unos signos clínicos variables y al ser una enfermedad crónica progresiva los efectos clínicos pueden variar de leves a graves. Es importante recordar que la disminución de la frecuencia y gravedad de los signos clínicos asociados al hipertiroidismo es debida a la aplicación de tratamientos efectivos basada en un diagnóstico precoz de esta enfermedad.
Las glándulas tiroideas están constituidas por dos lóbulos separados a cada lado de la tráquea. En ocasiones, se puede apreciar la presencia de tejido tiroideo funcional ectópico, localizado en cualquier lugar entre la base de la lengua y el mediastino craneal. La producción de hormonas tiroideas depende entre otros factores, de la captación de yodo y la función de la enzima peroxidasa tiroidea, dando lugar en mayor medida a la hormona tiroxina (T4) y en menor medida a la tri-yodotironina (T3), que es la hormona más activa. La mayor parte de la producción de T3 ocurre en los tejidos a partir de T4.
El hipertiroidismo se produce en el 98% de los casos debido a una hiperplasia adenomatosa de la glándula o adenoma tiroideo benigno, mientras que en raras ocasiones (2%) la causa es un carcinoma tiroideo. En la mayoría de los gatos (>70%), la patología es bilateral. Aunque la etiología es desconocida, se han identificado algunos factores de riesgo en varios estudios: edad, consumo de dietas enlatadas y un menor riesgo en gatos de raza Siamés e Himalaya.
Los signos clínicos varían en función de la gravedad de la enfermedad. Los signos clínicos más frecuentes son la pérdida de peso (88%), polifagia (49%), vómitos (44%), poliuria/polidipsia (36%), hiperactividad (31%), disminución del apetito (16%), diarrea (15%), apatía (12%), debilidad (12%), disnea (10%), jadeo (9%) e anorexia (7%). En la exploración física, los hallazgos más frecuentes son un aumento del tamaño de las glándulas tiroideas (83%), baja condición corporal (65%), soplo (54%), taquicardia (42%), ritmo de galope (15%), agresividad (10%) y mal aspecto del pelaje (9%).
El diagnóstico se basa en la sospecha clínica y confirmación mediante pruebas hormonales. Es frecuente encontrar un aumento de las enzimas hepáticas. La mayoría de los gatos hipertiroideos tienen una T4 total por encima de los valores de referencia. Sin embargo, gatos con enfermedades concomitantes pueden tener una supresión de las hormones tiroideas que lleven la T4 total dentro del rango de referencia, generalmente en el límite superior. Recientemente, se ha puesto interés en el uso de la TSH para detectar gatos hipertiroideos en fases preclínicas. Otros métodos de diagnóstico como la gammagrafía son más difíciles de interpretar para el diagnóstico, aunque son muy útiles para localizar tejido ectópico.
El tratamiento del hipertiroidismo ha avanzado en los últimos años. Actualmente, existen cuatro opciones diferentes de tratamiento, teniendo todas ellas sus ventajas e inconvenientes (ver tabla). El tratamiento más ampliamente usado es el metimazol (tiamazol) como son Felimazole® y Apelka®. Se trata de una medicación que inhibe de forma temporal la acción de la peroxidada tiroidea y, por lo tanto, la formación de hormonas tiroideas. Se recomienda empezar con una dosis inicial de 2,5 mg/gato cada 12 horas, y ajustar la dosis en función de los valores de T4. Generalmente se realizan controles a la 3, 6, 10 y 20 semanas, y posteriormente cada 3 meses si se mantiene bien controlado. En algunos gatos es posible reducir la dosis a 2,5 mg/gato cada 24 horas, y en otros es posible que necesiten dosis mayores para controlar la enfermedad. Una vez consigo el estado eutiroideo, es importante revalorar la función renal. En gatos con insuficiencia renal crónica leve, es posible que el hipertiroidismo enmascare la enfermedad debido a que aumenta la tasa de filtración glomerular.
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