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Obesidad canina

Author(s):
Diez M. and
Nguyen P.
In: Encyclopedia of Canine Clinical Nutrition by Pibot P. et al.
Updated:
NOV 15, 2007
Languages:
  • DE
  • EN
  • ES
  • FR
  • IT
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    La obesidad canina es una enfermedad crónica que conlleva serias alteraciones de las distintas funciones corporales y que limita la longevidad de los animales. En los países industrializados, es la enfermedad, relacionada con la nutrición, que con mayor frecuencia se encuentra en el perro, pero su tratamiento resulta eficaz. La prevención de la obesidad requiere una disciplina nutricional durante toda la vida del animal pero, sobre todo, en ciertos momentos clave, en los cuales el riesgo de sobrepeso aumenta. El tratamiento de la obesidad canina se ve complicado por varios problemas, incluyendo la falta de concienciación de los propietarios, quienes a menudo no reconocen o minimizan el sobrepeso de su animal. Sin una colaboración total por parte de los propietarios, es imposible conseguir que un perro adelgace. Por lo tanto, el veterinario deberá convencer primero al propietario antes de poner en marcha los protocolos de adelgazamiento y cuidados de los animales obesos.

    Aunque se pueden distinguir varias fases o grados de sobrepeso en el perro, en este resumen utilizaremos el término "obesidad" para calificar cualquier tipo de sobrepeso. Trataremos de definir la obesidad, explicar su patogenia, los problemas asociados, su evaluación, los distintos tipos de dietas y, finalmente, el tratamiento práctico de dicha enfermedad.

    Marianne DIEZ
    DVM, Ph.D, Dipl del ECVCN

    Marianne Diez es doctora en Medicina Veterinaria y es profesora asociada en el departamento de Nutrición de Animales domésticos en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Lieja (Bélgica), en donde obtuvo su título de doctorado (PhD) en 1998. Imparte las clases de Nutrición General y de Nutrición de los Animales de Compañía. En este ámbito, se ha implicado mucho en el desarrollo de la consulta de Nutrición Clínica. Su trabajo tiene relación con la alimentación del perro y, más concretamente, con las fibras alimentarias, los prebióticos y la obesidad canina. Es la autora y coautora de, aproximadamente, 80 artículos científicos y Diplomada Fundadora del Colegio Europeo de Nutrición Veterinaria Comparada (ECVCN).

    Patrick NGUYEN
    MS, MA, HDR, Dipl ECVCN, FJC, Presidente del ECVCN

    Después de graduarse en la Escuela Nacional Veterinaria de Alfort en 1977, Patrick Nguyen trabajó como asistente en el Departamento de Nutrición durante dos años antes de incorporarse a la Escuela Nacional Veterinaria de Nantes. En 1982, aprobó la oposición a la cátedra de Nutrición. Obtuvo la autorización para dirigir investigaciones (HDR) de la Universidad de Nantes y obtuvo la diplomatura por el Colegio Europeo de Nutrición Veterinaria Comparada (ECVCN). Fue asesor del Director de la Escuela Veterinaria de Nantes entre 1992 y 1996, y desde entonces dirige la Unidad de Nutrición y de Alimentación, asimismo, desde el año 2001 dirige el Departamento de Biología y de Farmacología. Patrick se ocupa de los programas de enseñanza y de investigación en Nutrición. Su campo de investigación principal está relacionado con la obesidad y la resistencia a la insulina en los animales de compañía, trabajando en colaboración con el Centro de Investigación de Nutrición Humana de Nantes. También está involucrado en proyectos de investigación relativos a las consecuencias de la esterilización del gato y sobre la sensibilidad digestiva de los perros de razas grandes. Patrick es autor de más de 100 publicaciones y conferencias. Es presidente del ECVCN desde el año 2004.

    1. Obesidad canina

    Definición

    La obesidad es un "estado patológico que se caracteriza por un exceso de depósito lipídico, lo que conlleva modificaciones de las distintas funciones corporales". La Organización Mundial de la Salud (OMS, 1997) va más allá, al definir la obesidad humana como "un exceso de masa grasa que comporta consecuencias nefastas para la salud". A pesar de que esta definición parece bastante excesiva, resulta totalmente aplicable a los animales de compañía. Desde un punto de vista cuantitativo, se ha descrito la obesidad en el hombre como un sobrepeso del 15% con respecto al peso ideal. Este enfoque, un tanto reducido, ya no se utiliza como tal; ha sido sustituido por los índices de masa corporal que determinan, para el hombre y la mujer, un intervalo de peso óptimo para una estatura determinada. Este método no existe en los perros. Una definición "matemática" de la obesidad resulta poco práctica (Markwell & Butterwick, 1994); implica el conocimiento del peso ideal del animal, lo cual no siempre es fácil de determinar, ni siquiera en los perros de pura raza. Lo ideal sería conocer el peso que tenía el perro adulto antes de volverse obeso, para que sirva como referencia a la hora de evaluar la situación inicial y de realizar el seguimiento del animal. En determinados casos, el animal siempre ha tenido un exceso de peso, incluso durante la etapa de crecimiento, por lo que se desconoce su peso óptimo.

    A dog is obese when its body condition score is more than 3 on a 5-grade scale
    Desde un punto de vista práctico, se han desarrollado herramientas específicas para los veterinarios: los índices de condición corporal (ICC) (véase a continuación). Por consiguiente, se podría deducir que un perro es obeso cuando su índice corporal es superior a los 3/5. (© Alex German).

    Epidemiología de la obesidad

    Frecuencia

    La frecuencia de la obesidad en los perros atendidos en la consulta varía entre el 24 y el 44% dependiendo de los autores (Tabla 1), de los lugares en donde se han realizado los estudios epidemiológicos y de los criterios definidos inicialmente (Mason, 1970; Meyer y coll., 1978; Edney & Smith, 1986; Armstrong & Lund, 1996; Robertson, 2003).

    Tabla 1 - Frecuencia de la obesidad en la población canina

    Referencias

    País

    Tamaño de la muestra

    (número de perros)

    Estimación

    Krook y coll., 1960

    Suecia

    10993

    9%

    Mason, 1970

    Inglaterra

    1000

    28%

    Edney, 1974

    Inglaterra

    1134

    34%

    Meyer y coll., 1978

    Alemania

    266

    30%

    Edney & Smith, 1986

    Inglaterra

    8268

    24%

    Armstrong & Lund, 1996

    EE.UU.

    23000

    25%

    Lund y coll., 1999

    EE.UU.

    30517

    28%

    [Royal Canin, encuesta (2000)]

    Francia

    Inglaterra

    España

    Alemania

    400 veterinarios encuestados

    20-22%

    Jerico & Scheffer, 2002

    Brasil

    648

    17%

    Robertson, 2003

    Australia

    860

    25%

    Estos datos no siempre reflejan la situación real: algunos estudios siguen siendo una referencia aunque tengan más de 30 años de antigüedad, mientras que otros se han llevado a cabo en un número reducido de clínicas veterinarias y no reflejan necesariamente la situación del país. Sin embargo, todos los estudios realizados en las clínicas veterinarias de los países industrializados o de las ciudades con un tamaño importante muestran una prevalencia de, como mínimo, el 20% de perros obesos. Una encuesta telefónica efectuada a 400 veterinarios de 4 países europeos (Francia, Alemania, España e Inglaterra) en mayo del 2000 muestra que los veterinarios consideran que la proporción de perros obesos es del 20% (el término "obeso" está vinculado a la necesidad de implantar una dieta hipocalórica) ([Royal Canin, 2000]).

    La conclusión es que, aunque los datos epidemiológicos no permiten afirmar que la frecuencia de la obesidad está aumentando desde hace 10 años, la obesidad constituye un problema de salud importante en la población canmina.

    Factores de riesgo (Tabla 2)

    Tabla 2 - Factores de Riesgo de Obesidad

    - Razas predispuestas

    - Factores genéticos

    - Edad

    - Sexo

    - Esterilización

    - Tratamientos contraceptivos

    - Obesidad secundaria a las enfermedades endocrinas

    - Obesidad secundaria a la administración de medicamentos

    - Sedentarismo y falta de ejercicio

    - Alimentación no adaptada a los requerimientos energéticos del individuo

    requirement of the individual

    - Dimensión social del alimento

    - El perro único

    La raza

    La raza es un factor de riesgo de obesidad en la especie canina pero las razas con predisposición varían según los autores y los estudios. De este modo, en el Reino Unido, en los años 80, las razas que tenían una predisposición especial y que solían citarse con frecuencia eran el Labrador Retriever, el Cairn Terrier, el Pastor Escocés o Collie, el Basset Hound, el Cavalier King Charles Spaniel, el Cocker Spaniel, el Teckel de pelo largo y el Beagle Edney & Smith, 1986).

    Estas razas eran muy populares en Inglaterra en la época en que se efectuó el estudio. Las razas afectadas pueden variar dependiendo del país y de otros factores. Según Krook et al. (1960), las razas con predisposición a la obesidad en Suecia eran el Rottweiler, el San Bernardo, el Pastor Escocés, el Terranova, el Scottish Terrier y el Chow Chow. Por el contrario, algunas razas parecían ser más resistentes: lebreles y perros de pastor. Sin embargo, en el estudio de Meyer et al (1978) llevado a cabo en Alemania, los Pastores Alemanes, los Caniches y los Bóxers eran frecuentemente obesos. Por lo tanto, es necesario matizar esta noción de raza predispuesta, incluso cuando los facultativos reconocen que encuentran más obesos entre los Labradores Retrievers que entre los Lebreles. La obesidad también parece ser un problema habitual en otras razas (Tabla 3). El tipo de selección puede influir en el estado corporal (y en el peso) de los perros, al sustituir los criterios de belleza o tamaño por los de aptitud o trabajo, por ejemplo. Las predisposiciones raciales están vinculadas, en parte, a los factores genéticos y, especialmente, a la relación masa magra/masa grasa que determina las necesidades energéticas de mantenimiento (Figura 1).

    Tabla 3 - Razas caninas con predisposición a la obesidad (Según Edney & Smith, 1986)

    Pequeñas

    Medianas

    Grandes

    Gigantes

    Cairn Terrier

    Teckel

    Cavalier King Charles

    Scottish Terrier

    Beagle

    Cocker Spaniel

    Basset Hound

    Labrador Retriever

    Collie

    Golden Retriever

    Rottweiler

    Boyero de Berna

    Terranova

    San Bernardo

    Por el contrario, el Pastor Alemán, el Greyhound, el Yorkshire Terrier, el Doberman, etc. forman parte de las razas con menor predisposición a la obesidad.

    Comparación de la distribución de la masa magra y la masa grasa en varios perros de razas grandes
    Figura 1. Comparación de la distribución de la masa magra y la masa grasa en varios perros de razas grandes (Royal Canin, 2003-2004).  

    Las razas no son todas iguales en cuanto al riesgo nutricional durante el crecimiento. Los excesos energéticos predisponen a los perros de razas pequeñas al sobrepeso mientras que, en las razas grandes, las afecciones osteoarticulares suponen el principal riesgo (Grandjean & Paragon, 1996). En los perros grandes, es frecuente que se de una combinación de problemas articulares y sobrepeso al terminar el crecimiento.

    El Boyero de Berna
    El Boyero de Berna se encuentra entre los perros de razas gigantes que tienen mayor riesgo de obesidad. (© Renner).

    El Collie - El Labrador Retriever
    El Collie se encuentra entre los perros de raza de mediano tamaño que tienen mayor riesgo de obesidad. El Labrador Retriever se encuentra entre los perros de razas grandes que tienen mayor riesgo de obesidad. (© Hermeline).

    El Cairn Terrier - Cavalier King Charles Spaniel
    El Cairn Terrier y el Cavalier King Charles Spaniel se encuentran entre los perros pequeños con mayor riesgo de obesidad. (© Renner).

    Factores genéticos

    Un complejo sistema de factores determinados genéticamente es responsable de mantener el equilibrio entre los aportes alimentarios y los gastos energéticos. Estos mecanismos reguladores están especialmente bien adaptados para permitir la supervivencia de las especies salvajes en épocas de escasez de alimentos. Sin embargo, cuando abunda el alimento, como es el caso de los animales domésticos que viven en un espacio limitado, parece que dichos factores ya no permiten mantener el equilibrio entre aportes y gastos y de ahí el aumento de la población de individuos obesos. Sea como sea, algunos individuos se vuelven obesos mientras que otros, que viven en las mismas condiciones, conservan su peso ideal. Por consiguiente, no es fácil distinguir entre los factores ambientales en sentido amplio y la predisposición genética (Johnson, 2000).

    Aún no se comprenden bien los factores genéticos que conducen a la obesidad en el perro. Sin embargo, no se puede negar que dichos factores desempeñan una función: la obesidad es especialmente frecuente en ciertas razas de perros, así como en determinadas líneas. Apenas quedan dudas sobre la naturaleza poligénica de la obesidad ([Schalling et al., 1999]).

    La edad

    La frecuencia de la obesidad aumenta con la edad del perro (Robertson, 2003) y del propietario (Edney & Smith, 1986). Aparece sólo en el 6 % de los cachorros con edades comprendidas entre los 9 y los 12 meses y asciende al 40% en los individuos adultos (Glickman y coll., 1995). La edad media en que se establece eldiagnóstico varía entre los 5 y los 8 años. La proporción de obesos no llega al 20% en los perros de 4 años o menos, mientras que supera el 50% entre 7 y 8 años, y asciende casi al 70% en el caso de los que tienen 9 años o más (Meyer y coll., 1978) (Tabla 4). En el caso de los animales muy mayores, existe una contradicción entre las cifras mencionadas por Mason (1970) y los datos más recientes, que muestran una disminución de la frecuencia de la obesidad en los perros con edades superiores a los 12 años (Armstrong & Lund, 1996).

    El sobrepeso en el cachorro predispone a la obesidad en el adulto.
    El sobrepeso en el cachorro predispone a la obesidad en el adulto (© Doxicat ).

    Las perras que entre los 9 y 12 meses de edad padecen obesidad, presentan 1,5 veces más posibilidades de llegar a ser obesas en la edad adulta, que las que se mantienen delgadas durante la etapa de crecimiento (Glickman y coll., 1995). Si establecemos la comparación con el hombre, el 80% de los adolescentes obesos se convierten en adultos obesos, los cuales además presentan un mayor sobrepeso que los adultos obesos sin sobrepeso durante el crecimiento (Abraham & Nordseick, 1960). Los estudios epidemiológicos confirman estos datos (Eriksson y coll., 2003).

    Tabla 4 - Efecto de la edad sobre la frecuencia de la obesidad: % de perros obesos en los distintos grupos de edad

    Lugar del estudio

    Edad (años)

    1

    2

    3

    4

    5

    6

    7

    8

    9

    10

    11

    12 o más

    Inglaterra

    Mason, 1970

    16.2

    33.1

    37.2

    40.5

    Alemania

    Meyer y coll., 1978

    6.1

    19

    29.9

    52.6

    66.7

    EE.UU.

    Armstrong & Lund, 1996

    19

    41

    43

    44

    45

    46

    42

    43

    <35

    El sexo

    Los distintos datos presentados en Tabla 5 muestran que las hembras tienen mayor predisposición a la obesidad que los machos. En algunos estudios, las hembras representan más del 60% de los perros obesos (Krook y coll., 1960; Jerico & Scheffer, 2002). Además, Glickman et al (1995) han observado, en un estudio realizado en 289 perras adultas, un porcentaje de obesidad del 40%.

    Tabla 5 - Efectos del sexo y de la esterilización en la frecuencia de la obesidad (%)

    Referencias

    Machos enteros

    Machos castrados

    Machos (total)

    Hembras enteras

    Hembras esterilizadas

    Hembras (total

    Krook y coll., 1960

    38%

    62%

    Mason, 1970

    23%

    32%

    Meyer y coll., 1978

    42%

    58%

    Adapted from Modificado según Edney & Smith, 1986(1)

    17%

    38%

    22%

    45%

    Jerico & Scheffer, 2002 (2)

    5%

    63%

    Robertson, 2003 (3)

    26%

    25%

    • (1) los porcentajes de la muestra son los siguientes:
    • machos enteros: 46 %; machos esterilizados: 4%
    • hembras enteras: 29 %; hembras esterilizadas: 17%
    • perros cuya condición sexual no ha sido catalogada: 4%
    • (2) el porcentaje de machos y de hembras esterilizados es del 33%.
    • (3) frecuencia de la obesidad en los animales esterilizados (sin distinción de sexo): 31,7% frente al 14,8 % en los animales enteros.
    La esterilización

    La gonadectomía incrementa la frecuencia de la obesidad en machos y, especialmente, en hembras (Anderson, 1973; Edney, 1974; Karczewski y coll., 1987; Miyake y coll., 1988; Robertson, 2003). Edney and Smith (1986) observaron que el riesgo de desarrollar obesidad era el doble en las perras esterilizadas respecto a las no esterilizadas. Un estudio más reciente señala que esto afecta a los machos de la misma manera. La frecuencia de la obesidad en los animales esterilizados y en los animales enteros, sin hacer distinción entre machos y hembras, es del 32% y del 15%, respectivamente (Robertson, 2003). Las hormonas sexuales no son reguladores primarios del metabolismo pero, aún así, influyen en el peso corporal de forma directa, a través del sistema nervioso central, o de forma indirecta, modificando el metabolismo celular. Además, los estrógenos tienen un efecto inhibidor sobre el consumo de alimentos. Por lo tanto, el consumo de alimentos varía en la hembra según la etapa del ciclo: es mínima durante el estro, aumenta en el metaestro y es máxima durante el anestro (Houpt y coll., 1979).

    Varios estudios tienden a mostrar que las hembras tienen mayor predisposición a la obesidad que los machos.
    Varios estudios tienden a mostrar que las hembras tienen mayor predisposición a la obesidad que los machos. (© Alex German).

    No se conoce bien la influencia de la esterilización precoz sobre la incidencia de la obesidad. Un estudio epidemiológico estadounidense muestra que la frecuencia de la obesidad es menor en una población de perros esterilizados antes de los 5 meses y medio que en los animales esterilizados entre los 5 meses y medio y los 12 meses. Los autores añaden además una incidencia global del 27% de perros obesos en la población esterilizada (Spain y coll., 2004).

    Aunque es difícil esclarecer el vínculo entre la esterilización y la obesidad debido a la naturaleza multifactorial de ésta, se pueden adelantar varias explicaciones. El primer punto a tener en cuenta es la variación en la ingesta de alimentos durante el ciclo, como se ha señalado anteriormente, y el efecto inhibidor de los estrógenos sobre el consumo de alimentos. Es lógico pensar que, en las perras esterilizadas, dicho efecto inhibidor ya no se va a ejercer nunca más. Durante un periodo de tres meses tras la esterilización, cuatro hembras de Beagle consumieron un 20% más de alimento que los animales testigo no esterilizados y su peso aumentó de manera significativa (Houpt y coll., 1979). Se ha dedicado otro estudio a este problema, en el cual no sólo se mide el incremento de peso en las hembras esterilizadas sino la cantidad de energía necesaria para mantener el peso corporal -considerado ideal- de las perras de raza Beagle. Se ha comprobado que, para que las perras conserven su peso ideal, es necesario disminuir el aporte energético diario durante las semanas posteriores a la ovariohisterectomía en un 30% con respecto a los racionamientos anteriores a la esterilización (Jeusette y coll., 2004a). Este nivel de restricción energética parece elevado, pero una de las explicaciones ya comentada es que el Beagle tiene una particular predisposición a la obesidad. La esterilización también conlleva una disminución espontánea de la actividad, sobre todo en los machos. Es difícil cuantificar este último punto en una perrera.

    Estimación de la tasa de la esterilización en la población canina de EE.UU.(Texas)

    (Según Mahlow, 1999)

    Población canina

    Tasa de esterilización

    Población total

    26.9%

    Machos

    22.6%

    Hembras

    31.4%

    Hay una gran disparidad entre los países. En Japón, así como en Estados Unidos, se esteriliza aproximadamente al 30% de los perros, sin hacer distinción de sexo. Este porcentaje es mucho menor en Europa, pero no se dispone de datos concretos.

    Se podría prevenir que el peso aumente tras la esterilización recurriendo a medidas alimentarias estrictas y a una actividad física regular. En un estudio realizado con Pastores Alemanes entrenados para carreras de obstáculos y utilizados como perros policía, no se ha encontrado ninguna diferencia de peso corporal entre las perras enteras y las esterilizadas, a pesar de que todas recibían la misma cantidad de alimento (Le Roux, 1983). Parece que esta información prueba que la realización de ejercicio con regularidad tras la esterilización puede prevenir el aumento de peso.

    El aumento de la esterilización en la población canina puede explicar el incremento que se ha producido en la frecuencia de la obesidad desde que se efectuaron los primeros estudios epidemiológicos en 1960. Además, como esta práctica resulta cada vez más habitual, probablemente habrá que contar con un aumento de la frecuencia en los próximos años, incluso en los países que hasta ahora han sido poco afectados por este hecho.

    Los tratamientos contraceptivos

    El tratamiento contraceptivo con acetato de medroxiprogesterona ha ocasionado un aumento de peso significativo en el 17,4% de las perras tratadas durante un ensayo clínico. Los autores han observado bulimia y obesidad en algunos animales (Picavet & Le Bobinnec, 1994). Está ampliamente documentado en la perra, el incremento de peso como consecuencia de la administración de este tratamiento contraceptivo (Harel y coll., 1996).

    Obesidad y enfermedades endocrinas

    La obesidad puede estar asociada a ciertas enfermedades endocrinas como la diabetes (Krook y coll., 1960; Mattheeuws y coll., 1984a; Wolfscheimer, 1990; Ford y coll., 1993; Hoenig, 2002) y el hipotiroidismo (Kaelin y coll., 1986; Forbes & White, 1987; Roche y coll., 1991; Ford y coll., 1993; Panciera, 1994, 2001; Dixon y coll., 1999). Según los autores, al menos el 40% de los perros que padecen una de estas alteraciones son obesos. La obesidad también puede ser secundaria al hiperadrenocorticismo. En un estudio clínico, cinco de cada ocho perros presentaban depósitos de grasa típicos de la obesidad y diferentes a los del abdomen pendular (Spearman & Little, 1978).

    La obesidad secundaria a la administración de medicamentos

    Algunos tratamientos con medicamentos, pueden dar lugar a hiperfagia y, de forma secundaria, a un sobrepeso, principalmente los antiepilépticos y los glucocorticoides.

    El sedentarismo y la falta de ejercicio

    La falta de ejercicio es un factor primordial en el desarrollo de la obesidad: la prevalencia de la obesidad disminuye proporcionalmente según la duración del ejercicio diario. Sin embargo, es imposible determinar si la obesidad es la responsable de una limitación de la actividad física o si la falta de ejercicio es la que constituye uno de los factores responsables de la obesidad (Robertson, 2003). La duración del ejercicio diario es un criterio más preciso que el tipo de hábitat para evaluar los gastos energéticos.

    Generalmente encontramos más perros obesos entre aquellos que viven en un apartamento en comparación con los que viven en el exterior (el 31% frente al 23%) (Robertson, 2003). Sin embargo, es un error creer que el hecho de disponer de un gran jardín aumenta, de forma sistemática, los gastos energéticos. Algunos de los animales que viven en un ambiente cerrado pasean durante varias horas a la semana mientras otros, que disponen de un jardín, se conforman con disfrutarlo durante algunos minutos al día.

    Pastor Alemán.
    Pastor Alemán El ejercicio físico regular es un método efectivo para prevenir la obesidad. (© Renner).

    El tipo de alimentación

    Se han identificado claramente las siguientes causas alimentarias: aportes alimentarios que no tienen en cuenta las necesidades energéticas("el perro come todo lo que se le da") y los suplementos en forma de golosinas o de complementos no son contabilizados entre los aportes energéticos. También predispone a la obesidad el suministro de alimentos muy palatables, ricos en materias grasas y en carbohidratos fácilmente asimilables. Un factor de riesgo innegable es la alimentación ad libitum, que conlleva un exceso en el consumo energético.

    Los alimentos pueden resultar muy palatables debido a la presencia de aromatizantes o de cantidades importantes de grasa. Los alimentos más grasos son también los que aportan mayor concentración de energía. Aunque tolera y utiliza bien las grasas como fuente de energía, el perro también tiene la capacidad de almacenarlas inmediatamente en forma de grasa abdominal.

    Experimentalmente, un mínimo cambio en la alimentación de los perros, aumentando en un 8% el aporte energético en forma lipídica sin modificar los aportes energéticos totales, llevó a un incremento significativo del depósito de grasa abdominal sin modificación del peso corporal (Kim y coll., 2003). También en el hombre, el aporte de materias grasas es el determinante principal del desarrollo de la obesidad (Garaulet et al, 2001).En el perro, los alimentos altamente digestibles, pobres en fibras alimentarias y con la energía muy concentrada, pueden ser responsables de la ganancia de peso. El suministro de golosinas, de restos de la comida de los propietarios y de diversos complementos nutricionales son factores de riesgo adicionales (Kienzle y coll., 1998; Robertson, 2003).

    Teckel
    Teckel. Muchos perros de pequeño tamaño pasan la mayor parte de su tiempo en el interior de la vivienda. En Asia, el 65 % de los perros pequeños tienen un estilo de vida 100 % interior: el perro no sale y utiliza una bandeja sanitaria de la misma manera que hace un gato. (©Doxicat/Hermeline).

    Existe una controversia en cuanto a la influencia de las raciones caseras en el desarrollo de la obesidad canina (Lewis, 1978). La idea subyacente es que a estos perros se les "recompensa" con golosinas más a menudo y reciben mayores cantidades de comida. Esto sólo ocurriría en los países en que aún se alimenta a los perros de forma "tradicional", con raciones caseras o con los restos de la mesa. A pesar de que el 95% de los animales en Norteamérica reciben alimentos industriales, la obesidad canina no parece estar menos extendida que en ciertos países de Europa; más bien ocurre lo contrario (Lund y coll., 1999).

    En un estudio epidemiológico no se ha mostrado ninguna influencia particular de un tipo de alimento (húmedo frente a seco) en la frecuencia de la obesidad (Robertson, 2003).

    Perra braco de Auvernia.
    Perra braco de Auvernia. Con frecuencia, el hipotiroidismo se encuentra asociado a la obesidad. (© Diez).

    A diferencia de lo que a menudo se piensa, la división en varias comidas de una ración diaria adaptada no conlleva un aumento en la frecuencia de la obesidad. En los estudios epidemiológicos se observa que los perros obesos, generalmente, reciben alimento una sola vez al día (Kienzle y coll., 1998; Robertson, 2003).No hay que confundir "división de la ración diaria adecuada" con "multiplicación de las golosinas adicionales".

    La dimensión social del alimento

    El lugar que ocupa la alimentación en la relación entre el hombre y el perro desempeña un papel principal en el desarrollo de la obesidad.

    Entre los factores sociológicos, un estudio llevado a cabo en Alemania (Kienzle y coll., 1998)muestra que la relación entre el hombre y el perro obeso se caracteriza por un comportamiento antropomórfico excesivo. Por ejemplo, los propietarios de animales obesos hablan más a su perro, aceptan que el animal se suba a su cama, no temen las zoonosis y consideran poco importantes el ejercicio, el trabajo o la función de protección del perro. Por lo tanto, no sorprende observar que los animales obesos reciben comidas o golosinas con mayor frecuencia que los animales de peso normal. Este estudio confirma que los propietarios, a menudo, son obesos (el 54% frente al 28% de los propietarios de perros con peso normal), como se ha señalado anteriormente (Mason, 1970; Kronfeld, 1988) , y que son bastante inactivos. Los propietarios de animales obesos entienden todas las peticiones del animal como si fueran una petición de comida y es evidente que se preocupan poco por una alimentación equilibrada.

    Cachorros de San Bernardo.
    Cachorros de San Bernardo. La alimentación
    ad libitum no es recomendable: la mayoría de los perros no son capaces de regular su consumo alimentario. En el momento del destete, es mejor dar de comer por separado a los cachorros de una misma camada. (© Psaïla).

    Los facultativos conocen bien algunos de estos aspectos pero este estudio ha tenido el mérito de objetivarlos mediante un cuestionario (Kienzle y coll., 1998). A primera vista, los datos presentados anteriormente pueden parecer bastante desalentadores y no permiten diferenciar con claridad lo que son simples correlaciones (por ejemplo, entre el peso del propietario y el peso del perro) y las causas de la obesidad. Resultan muy útiles para desarrollar métodos de prevención y de tratamiento de la obesidad canina. Ayudan a centrar la atención sobre los factores ambientales en sentido amplio, a priori externos al propio animal, pero primordiales para su salud.

    Los propietarios de perros obesos pueden también interpretar la bulimia como un signo de buena salud (Kronfeld, 1988) y el exceso de peso como un signo de belleza en ciertas razas. Asimismo, algunos propietarios cometen el error de utilizar los alimentos como paliativos para evitar que los animales, cuando no son observados, se aburran y destruyan objetos. Finalmente, para un animal que vive en un medio familiar, recibir la comida de los niños (recompensas, juegos, etc.) puede suponer una mala costumbre. Tener varios animales puede suponer un problema a la hora de controlar el consumo individual de alimentos. Sin embargo, contrariamente a lo que se cree, la frecuencia de la obesidad es superior en los hogares que tienen un solo perro (Kienzle y coll., 1998; Robertson, 2003).

    En conclusión, parece que las necesidades energéticas de los perros a menudo están mal valoradas y los aportes pueden resultar excesivos en muchas ocasiones. Le corresponde al clínico determinar si el sobrepeso es primario o secundario para establecer el tratamiento correspondiente.

    El racionamiento individual es necesario en un grupo de varios perros de la misma raza
    El racionamiento individual es necesario en un grupo de varios perros de la misma raza. (© Campus Royal Canin).

    Patologías asociadas con la obesidad

    Hasta finales de los años 80, había relativamente pocos datos clínicos sobre las afecciones relacionadas con la obesidad en el perro. Asimismo, algunos autores han realizado extrapolaciones a partir de los estudios epidemiológicos llevados a cabo en el hombre. No obstante, no resulta satisfactoria la simple extrapolación de datos humanos sobre diabetes, hipertensión, etc. al perro obeso. Hay que estudiar los datos clínicos relativos a los perros obesos, que actualmente se publican con más frecuencia. En la Tabla 6aparece un resumen.

    Tabla 6 - Patologías asociadas con la obesidad canina

    Factores demostrados

    Factores en controversia

    Disminución de la longevidad

    Enfermedades osteoarticulares

    Intolerancia al esfuerzo

    Problemas cardiorrespiratorios

    Diabetes mellitus

    Disminución de las defensas

    Hiperlipidemias y dislipidemias

    Distocias

    Cáncer de mama

    Dermatitis por Malassezia

    Dificultades para utilizar técnicas exploratorias

    Inconvenientes para las cirugías

    Alteraciones de la función tiroidea

    Incontinencia y cálculos urinarios

    Problemas reproductivos

    Otros cánceres

    Otras dermatosis

    Disminución de la longevidad

    Se ha demostrado claramente que el sobrepeso conlleva una disminución de la longevidad en el perro. Kealy et al (2002) han realizado un seguimiento de un grupo de 48 Labradores, la mitad de los cuales recibieron durante toda su vida cantidades limitadas de alimentos. Al principio, se alimentó ad libitum a un grupo de perros con un alimento de crecimiento y al segundo grupo se le proporcionó el 75% de los aportes energéticos del grupo alimentado a discreción. El peso corporal de todos los animales del grupo ad libitum, así como el del grupo con restricción energética, aumentó hasta la edad de 3 años y 4 meses en que alcanzó sus valores medios de 35 y 27 kg, respectivamente. En este punto, se introdujeron dos modificaciones alimentarias: se administró a todos los perros un alimento con menor concentración energética y se redujeron los aportes (se proporcionó una cantidad fija de comida) al grupo al que inicialmente se alimentaba ad libitum, mientras al segundo grupo se le seguía suministrando un 25% menos de energía.

    El cambio en el protocolo experimental indujo una disminución del peso corporal de todos los perros, que luego se estabilizó. A la edad de 5 años, la diferencia media entre los dos grupos de perros era de 10 kg. A la edad de 8 años, se calculaba que el índice corporal era de 4.5/9 en los perros que comían más frente a 6.8/9 en los perros testigo.

    A la edad de 12 años, los aportes energéticos medios de los perros testigo y de los perros que recibían el 75%de los aportes eran, respectivamente, de 1745 y de 1352 kcal, es decir, alrededor de 127 y 115 kcal/kg PV0,75. Los perros del segundo grupo pesaban, en término medio, el 26% menos que los del grupo testigo. La restricción alimentaria permitió aumentar la longevidad, llevándola hasta los 13 años en vez de los 11,2 años de los animales testigo. La restricción energética permitió retrasar el desarrollo de las enfermedades crónicas y, especialmente, la artrosis. Además, los diferentes parámetros metabólicos (insulina, glucosa, lípidos sanguíneos) también fueron favorablemente influenciados en los perros que consumían un 25% menos de energía.

    El estudio anterior es de gran importancia en cuanto a su aporte científico: confirmó una relación indiscutible entre el aporte energético y la longevidad del perro. Constituye un argumento en contra de la alimentación ad libitum y proporciona unos datos muy valiosos que muestran las consecuencias del exceso de peso en el desarrollo de las enfermedades osteoarticulares. También se ha observado en el hombre el efecto positivo de la restricción energética en la esperanza de vida: los individuos que presentan un índice medio de masa corporal tienen mayor longevidad que los individuos con sobrepeso .

    En los cachorros de razas grandes, se debe controlar el consumo de alimentos desde una edad muy temprana
    En los cachorros de razas grandes, se debe controlar el consumo de alimentos desde una edad muy temprana. (© Renner).

    Enfermedades osteoarticulares

    El exceso de peso predispone a los animales de todas las edades a una patología locomotora (Figura 2 y capítulo 11). En el caso de los cachorros de raza grande en crecimiento, el sobrepeso unido a una sobrealimentación origina la aparición de varios problemas ortopédicos o revela una displasia clínica de la cadera (Kealy y coll., 1992). Los síntomas de los problemas osteoarticulares asociados con sobrepeso se observan, generalmente, a partir de los 6 meses de edad. En muchos casos, las lesiones son irreversibles.

    Relación entre la patología ortopédica y la obesidad: reparto de los perros hospitalizados según su puntuación corporal: escala de 1 (caquexia) a 9 (obesidad diagnosticada)
    Figura 2. Relación entre la patología ortopédica y la obesidad: reparto de los perros hospitalizados según su puntuación corporal: escala de 1 (caquexia) a 9 (obesidad diagnosticada) (Lhoest y coll., 2004).

    En el mencionado estudio deKealy et al, se han estudiado los signos radiológicos de artrosis coxofemoral en Labradores de más de 4 meses de edad. De forma progresiva, se volvierón más frecuentes en los Labradores alimentados ad libitum que en los perros cuyo consumo energético había sido restringido (el 52% frente al 13% a la edad de 5 años) En los Labradores con 8 años de edad o más, la enfermedad crónica más frecuente era la artrosis articular y afectaba a varias articulaciones (hombro, codo, cadera, rodilla): el 90% de los Labradores estaban afectados (Kealy y coll., 1997, 2000, 2002). El estudio ha mostrado que la gravedad de la artrosis era mayor en el grupo que, inicialmente, fue alimentado ad libitum.

    Hay otras afecciones ortopédicas frecuentes en los perros obesos (Janicki & Sendecka, 1991). la rotura de los ligamentos cruzados y las fracturas del cóndilo del húmero han sido objeto de un amplio estudio epidemiológico en el Cocker Spaniel. De un grupo de 854 perros, aquellos que padecían cualquiera de las dos patologías citadas presentaban un peso corporal superior al de la población sana. Resultó sorprendente comprobar que sucedía lo contrario en aquellos que padecían enfermedades discales (Brown y coll., 1996).

    En los perros que sufren trastornos osteoarticulares se crea un círculo vicioso: el animal tiene tendencia a disminuir su actividad, lo que lleva a una sobrealimentación y a un sobrepeso si no se adapta el aporte energético. Por otra parte, observar una enfermedad articular (por ejemplo, rotura ligamentos cruzados) es, ciertamente, un indicativo importante de que el perro obeso debe adelgazar, pero también puede dificultarse el proceso de adelgazamiento por la imposibilidad de realizar ejercicio.

    La displasia de cadera
    La displasia de cadera. A la izquierda, lesiones de displasia importantes con subluxación y artrosis. La obesidad es un factor que revela o agrava la displasia de cadera. La restricción energética permite retrasar la aparición y el desarrollo de las distintas formas de osteoartritis (© HAW Hazewinkel).

    Intolerancia al esfuerzo y problemas cardiorrespiratorios

    Los principales síntomas asociados a la obesidad son la intolerancia al esfuerzo (De Rick & De Schepper, 1980) y los problemas respiratorios (Ettinger, 1983). Igualmente existe una relación entre la frecuencia de aparición del colapso traqueal y la obesidad, aunque la correlación con otros factores como la raza sea mayor (O'Brien y coll., 1966; White & Williams, 1994).

    En un estudio de campo se ha mostrado que, cuando se logra que el perro adelgace, el propietario, inevitablemente, percibe un cambio en su comportamiento: está más atento y se vuelve más juguetón (datos de Royal Canin, 2001, obtenidos a partir de 13 perros que padecían obesidad desde hacía más de un año y a los que se realizó un seguimiento durante, al menos, 10 meses).

    El aumento del peso del perro viene acompañado de un aumento del ritmo cardíaco, del volumen ventricular, de la presión sanguínea y del volumen plasmático (Rocchini y coll., 1987; Mizelle y coll., 1994; Massabuau y coll., 1997). No obstante, existe una controversia sobre la relación entre la obesidad y la hipertensión. En el perro existe una relación entre la edad y el aumento de la tensión arterial pero no entre la obesidad y la hipertensión (Bodey & Michell, 1996). Sin embargo, se ha utilizado al perro como modelo experimental para estudiar la patogenia de la hipertensión inducida por el aumento de peso y la correspondiente resistencia a la insulina (Verwaerde y coll., 1997; Truett y coll., 1998).

    La frecuencia de las alteraciones cardiovasculares se incrementa con el sobrepeso. Algunos estudios clínicos describen las siguientes enfermedades: trombosis de la vena porta (Van Winkle & Bruce, 1993), hipoxia del miocardio (Baba & Arakana, 1984) o endocarditis valvular (Valtonen & Oksanen, 1972; Edney & Smith, 1986).

    Los efectos cardiovasculares descritos anteriormente también interesan a los nefrólogos (Alonso-Galicia y coll., 1995; Joles, 1998). ¿Puede la hipertensión, en un plazo de tiempo, causar alteraciones de la función renal? Un estudio clínico señala que en perros sobrealimentados durante seis meses con una dieta rica en grasas animales, el sobrepeso corporal (un 58% superior con respecto a los animales testigo) está acompañado de un aumento del peso de los riñones (un 31% superiores), un aumento de la tensión arterial, de la tasa de filtración glomerular, del flujo sanguíneo renal y varias lesiones histológicas renales. Los autores concluyen que las lesiones y las anomalías observadas podrían ser más graves en el caso de una obesidad prolongada (Henegar y coll., 2001). En este estudio, los efectos más negativos podrían haberse debido, no sólo a la influencia de las grasas de la alimentación, sino también a su composición.

    Bulldog inglés
    Bulldog inglés. Los perros obesos son más susceptibles que los no obesos a presentar un golpe de calor como consecuencia de un aumento de la temperatura exterior ([
    Flournoy et al., 2003]) (© Lanceau).

    Diabetes Mellitus

    Los perros diabéticos pueden presentar polifagia que, a corto plazo, daría lugar a un aumento de peso. Las relaciones entre la obesidad y el metabolismo glucídico son complejas, pero es evidente que la obesidad acarrea profundos cambios en el metabolismo de la glucosa y en la secreción de insulina (Mattheeuws y coll., 1984a, b). Se ha establecido que la secreción de insulina, la insulinemia y la intolerancia a la glucosa aumentan de manera proporcional al grado de obesidad: esto se debe a la instauración de un estado de resistencia a la insulina, en el cual se incluye la inflamación crónica (Festa y coll., 2001). El modelo del perro sobrealimentado con una ración rica en lípidos ha sido ampliamente utilizado para estudiar el síndrome de la resistencia a la insulina. De hecho, cuando se induce la obesidad en el perro, por ejemplo alimentándole ad libitum con una ración rica en grasas, se desarrolla progresivamente una resistencia a la insulina, la cual está relacionada con un aumento de la adiposis (Rocchini y coll., 1987; Bailhache y coll., 2003a; Kim y coll., 2003) y un aumento en la producción de citoquinas adipocitarias (Gayet et al, 2002, 2003b, 2004a, b; Jeusette y coll., 2004b).

     La displasia de cadera
    No se ha demostrado con claridad que la obesidad sea un factor de riesgo en el desarrollo de la diabetes mellitus en el perro. Sin embargo, el aumento actual de la incidencia de la diabetes mellitus en el perro conduce a tal suposición (
    Hoenig, 2002). (Con la amable autorización de la facultad de medicina veterinaria (ULg)(foto tomada en la consulta de Nutrición clínica)).

    Disminución de las defensas

    Los animales obesos o alimentados con una dieta con un alto contenido en grasas tienen menor resistencia a las infecciones que aquellos alimentados de forma equilibrada (Newberne, 1966, 1973; Williams & Newberne, 1971; Fiser y coll., 1972).

    Hiperlipidemias y dislipidemias

    Según Joshua (1970), en el hígado de los perros obesos se puede observar una infiltración grasa. Un estudio epidemiológico también muestra que el sobrepeso aumenta el riesgo de pancreatitis aguda (Hess y coll., 1999). Los resultados muestran, sobre todo, alteraciones profundas del metabolismo lipídico. Los perros obesos presentan un incremento de las concentraciones plasmáticas de lípidos: colesterol, triglicéridos y fosfolípidos, sin sobrepasar los valores de referencia para estos parámetros (Chikamune et al 1995; Bailhache y coll., 2003b; Diez y coll., 2004). Del mismo modo, se ha observado un aumento de los contenidos en ácidos grasos no esterificados y de las modificaciones de las lipoproteínas (aumento de los triglicéridos en el VLDL y en el HDL, disminución del colesterol HDL y aumento del colesterol VLDL) (Bailhache y coll., 2003a, b) Las consecuencias de dichas modificaciones bien conocidas en el hombre todavía deben ser evaluadas en el perro.

    Incontinencia y cálculos urinarios

    Se ha formulado la hipótesis de que existe una relación entre la obesidad y determinadas formas de incontinencia urinaria, especialmente en las perras esterilizadas, pero sigue existiendo controversia al respecto (Gregory, 1994). Algunas perras empiezan a padecer incontinencia tras volverse obesas y el adelgazamiento ayuda a resolver el problema. En algunos casos, se ha vuelto a observar incontinencia en las perras que han recuperado el peso después de haber estado bajo régimen dietético. Una hipótesis es que la presencia de grasa retroperitoneal podría tener efectos mecánicos en el sistema urinario de la perra (Holt, 1987). No obstante, también hay que tener en cuenta el hecho de que las hembras esterilizadas tienen un riesgo dos veces mayor de ser obesas que las hembras enteras, lo que explicaría la posible relación entre la incontinencia urinaria y la esterilización. Aún son necesarias más investigaciones al respecto.

    Los perros que presentan sobrepeso también tendrían más riesgo de desarrollar cálculos urinarios de oxalato cálcico (Lekcharoensuk y coll., 2000).

    Problemas de reproducción

    No está clara la relación existente entre la obesidad y los problemas reproductivos, aunque se admite que el exceso de grasa puede dar lugar a distocias (Edney & Smith, 1986; Sonnenschein y coll., 1991; Glickman y coll., 1995).

    Perra y cachorros Pastores Alemanes
    Perra y cachorros Pastores Alemanes. En el hombre, se ha demostrado que la obesidad disminuye la fertilidad (
    Pasquali y coll., 2003). En el perro podría suceder lo mismo. (© Renner).

    Cánceres

    La relación entre la obesidad y el desarrollo de determinados tipos de cáncer (de mama, de útero, de colon y de próstata) está bien demostrada en el hombre (National Institute of Health, 1998). En cambio, la falta de datos clínicos en el perro no permite establecer semejantes relaciones, excepto con los tumores de mama.

    En 1991 se publicaron los primeros datos. Según Sonnenschein et al, la obesidad o el consumo de una dieta rica en grasas un año antes del diagnóstico no aumenta el riesgo de cáncer mamario en las perras adultas, ya estén o no esterilizadas. Sin embargo, Perez Alenza et al., (1998, 2000) han refutado estos resultados.

    Por otro lado, el riesgo se reducía en las hembras esterilizadas que, entre los 9 y los 12 meses de edad, eran delgadas (Sonnenschein y coll., 1991) y aumentaba en aquellas que, a la edad de un año, eran obesas (Perez Alenza, 1998, 2000). En conjunto, estos autores concluyen que el estado de sobrepeso en animales jóvenes, ciertamente, desempeñaba un papel en la predisposición al desarrollo de tumores mamarios en la edad adulta.

    Un estudio retrospectivo no ha confirmado estos resultados (Philibert y coll., 2003). Para empezar, no ha sido posible analizar el efecto de la obesidad precoz en el desarrollo de los tumores mamarios. Tampoco han señalado los autores ninguna vinculación entre la obesidad y el desarrollo de tumores, ni entre la obesidad y el tiempo de supervivencia (10 meses en las perras obesas, frente a los 14 meses de los demás).

    Afecciones dermatológicas

    En numerosas revistas que han tratado la obesidad canina, se menciona a menudo que los problemas cutáneos son más frecuentes en los perros obesos que en los perros sanos. Paradójicamente, según nuestro conocimiento, no hay ningún estudio que demuestre este hecho en el perro, salvo una excepción: en un estudio clínico con 29 perros afectados de dermatitis debida a Malassezia pachidermatis, se ha identificado la obesidad como un factor de riesgo significativo para el desarrollo de dicha dermatitis (Pak-Son y coll., 1999).

    Según Edney & Smith (1986), no está clara la relación entre los problemas cutáneos y la obesidad.

    Técnicas exploratorias

    Es más difícil poner en práctica ciertas técnicas exploratorias en los perros obesos que en los perros sanos: es más complicado hacer una auscultación, una palpación o una radiografía debido al exceso de grasa subcutánea o abdominal (Joshua, 1970).

    Inconvenientes quirúrgicos

    Los riesgos vinculados a la anestesia son más importantes en los perros obesos, aunque varían según el tipo de anestésico que se emplee. Los principales riesgos son la sobredosis y la prolongación del periodo de recuperación debido al depósito de los anestésicos liposolubles en las grasas corporales. Los demás riesgos están relacionados con las enfermedades frecuentes en pacientes obesos: problemas circulatorios, respiratorios y hepáticos (Clutton, 1988). En un estudio controlado sobre la duración de las cirugías en perras que estaban siendo sometidas a una ovariectomía, la duración de la intervención fue significativamente mayor en las perras obesas, un 30% de media (Van Goethem y coll., 2003).

    En el hombre obeso, el riesgo quirúrgico aumenta como consecuencia de las distintas anomalías encontradas: alteraciones de la función respiratoria (disminución de la capacidad respiratoria, hipoventilación), circulatoria (hipertensión y cardiomegalia) u otras (dificultad para intubar al paciente o para mantener el equilibrio hídrico). Las complicaciones postquirúrgicas también son más frecuentes en los pacientes obesos (Fisher y coll., 1975).

    Reversibilidad de los problemas        
    • La intolerancia al esfuerzo, la inactividad, los problemas locomotores y respiratorios comentados por los propietarios, generalmente, se atenúan o incluso pueden llegar a desaparecer por completo tras la pérdida de peso (Gentry, 1993; Diez y coll., 2002, 2004).
    • Lo mismo sucede con ciertos problemas del ritmo cardíaco (Baba & Arakana, 1984).
    • La incontinencia urinaria también puede disminuir o desaparecer por completo tras seguir un régimen dietético (Holt, 1987).
    • Recientes estudios han demostrado la reversibilidad de los principales problemas metabólicos, especialmente de la resistencia a la insulina y de las alteraciones del metabolismo lipídico (Gayet et al, 2003a, 2004a, b; Jeusette y coll., 2004b).

    Alteraciones de la función tiroidea

    Se ha estudiado la función tiroidea en los perros obesos, comparándola con la de un grupo de perros sanos y durante el transcurso de un protocolo de adelgazamiento lento. Las concentraciones de ciertas hormonas tiroideas eran más elevadas en los perros obesos pero disminuyeron en el transcurso del protocolo de adelgazamiento. Los autores llegan a la conclusión de que la obesidad y la restricción de energía alteran la función tiroidea pero dichas modificaciones no deberían cambiar la interpretación de los ensayos clínicos (Daminet et al, 2003).

    Fisiopatología de la obesidad

    En palabras sencillas, la obesidad es la consecuencia de un desequilibrio energético: los aportes superan a los gastos durante un periodo más o menos largo, lo cual conduce a un balance positivo. Hay un gran número de factores que pueden originar esta situación y la interacción entre estos factores, más que la acción de un solo de ellos, se considera la responsable de la obesidad.

    El equilibrio energético

    Los principios del equilibrio energético

    El principio fundamental de este equilibrio es:

    Modificación de las reservas = Aportes energéticos - Gastos energéticos

    Un balance energético positivo es la consecuencia de más aportes energéticos que gastos y, al contrario, el balance es negativo cuando los gastos superan a los aportes. En circunstancias normales, el balance energético oscila entre una comida y otra, día tras día, semana tras semana, sin que el peso corporal y las reservas energéticas sufran una modificación a largo plazo. Múltiples mecanismos fisiológicos intervienen para adaptar los aportes a los gastos y viceversa, con el fin de mantener estable a largo plazo el peso corporal en los dos casos. Si el balance energético es positivo, el gasto crece (ciclos sin sentido, proteínas que se desacoplan...) y, en cambio, cuando el balance es negativo, el organismo tiende a disminuir sus gastos (lo cual contribuye a que resulte más difícil adelgazar).

    Los aportes energéticos

    El aporte energético total procede de todos los alimentos ingeridos, digeridos y metabolizados por el cuerpo. La Tabla 7 muestra los aportes energéticos por medio de los diferentes nutrientes que proporcionan energía. Los coeficientes empleados derivan de los de Atwater y conllevan un cierto riesgo de error ya que sólo tienen en cuenta una digestibilidad media. Los lípidos aportan más energía por unidad de peso que los carbohidratos digestibles o las proteínas. Los carnívoros digieren poco las fibras alimentarias, por lo que se desprecia su aporte energético. No obstante, hay que señalar que, en el hombre, se atribuye un valor energético de entre 1 y 2 kcal/g a la fibra digestible. Los perros digieren totalmente algunas fibras solubles (Diez y coll., 1998) y el acetato puede contribuir hasta en un 8% al metabolismo energético del perro (Pouteau y coll., 1998).

    Tabla 7 - Aportes energéticos de las distintas categorías de nutrientes (Martin, 2001)

    1 g de carbohidratos

    1 g de proteínas

    1 g de lípidos

    Energía bruta

    4.2 kcal

    5.4 kcal

    9.4 kcal

    Energía digestible

    3.7 kcal (88%)

    4.8 kcal (89%)

    8.5 kcal (90%)

    Energía metabolizable

    3.5 kcal (83%)

    3.5 kcal (65%)

    8.5 kcal (90%)

    Valor energético real

    (energía neta)

    3.2 kcal (76%)

    2.2 kcal (41%)

    8.2 kcal (87%)

    Los rendimientos expresados en porcentajes se han calculado a partir de la energía bruta.

    Los gastos energéticos

    El segundo elemento de la ecuación está formado por los gastos energéticos, que están divididos en tres componentes:

    • el metabolismo basal o MB (en inglés, BMR o Basal Metabolic Rate)
    • la termogénesis postpandrial (producción de calor tras la comida),
    • la actividad física.

    La ecuación que recomienda el NRC 74 para calcular la necesidad energética teórica de mantenimiento es:
    - 132 kcal por kg de peso metabólico (PM)*
    *Siendo PM = (peso corporal) 0,73
    A menudo se redondea a 0,75 este exponente para facilitar los cálculos pero el valor original es 0,73.

    En el hombre adulto sedentario, el metabolismo basal, la termogénesis postpandrial y la actividad física representan el 60%, el 10% y el 30% de los gastos energéticos, respectivamente (OMS, 1997). No obstante, la contribución de cada uno de estos componentes varía de forma importante según la regularidad y la intensidad de la actividad física, que constituye la variable clave del gasto. En cambio, el metabolismo basal parece ser un factor individual estable, determinado en su mayor parte por la importancia de la masa muscular del organismo (90-95% de los gastos energéticos del metabolismo basal frente al 5 - 10% para la materia grasa).

    El metabolismo basal del perro, representaría también entre el 55 y el 70% de los gastos totales (NRC, 2006), pero se observan diferencias entre las razas. Como ejemplo, el Labrador tiene un metabolismo basal menor que el Dogo Alemán o el Spaniel. El metabolismo basal en el perro declina con la edad (Speakman y coll., 2003). Se aconseja reducir entre un 10 y un 15% el aporte energético a partir de los 7 años, al tiempo que se ajusta la ración en función de la condición corporal del individuo. Por otro lado, no está siempre justificada una dieta hipocalórica para todos los perros mayores.

    El equilibrio necesario entre los aportes y los gastos energéticos es la base del problema para el perro en general y para el animal obeso en concreto. Las dificultades para calcular los gastos (necesidades) energéticos son múltiples.

    En primer lugar, la gran diversidad dentro de la especie canina: los pesos corporales varían entre los extremos de 1 a más de 100 kg. Es fácil comprender que sea difícil calcular la necesidad energética de todos los perros utilizando una sola y sencilla ecuación. La ecuación media es de 132 kcal/kg PV0,75 (NRC, 1974). En un primer enfoque se propuso agrupar las razas según su peso y su talla: razas pequeñas, medianas, grandes y gigantes.

    Los perros con peso o talla comparables, clasificados dentro de la misma categoría, pueden presentar necesidades energéticas muy distintas. Las diferencias pueden deberse al espesor del pelaje, a la composición corporal (relación masa magra/masa grasa) o al tipo de selección realizado (perro que al principio era de trabajo, que después se seleccionó utilizando criterios de belleza y cuya función es servir como animal de compañía). La composición corporal tiene una enorme importancia: los perros con mayor masa muscular tienen un gasto energético superior y son menos susceptibles de volverse obesos que los perros con más grasa.

    Terranova - Dogo Alemán
    La raza puede tener una fuerte influencia sobre las necesidades energéticas, incluso con pesos equivalentes y en condiciones ambientales similares. Con respecto a un racionamiento teórico (NRC, 1974), es prudente reducir en un 10%, aproximadamente, la ración en un Terranova. En el Dogo Alemán, en cambio, a menudo hay que aumentar en un 40% la ración para que el peso se mantenga. (© Royal Canin/J.-P. Lenfant - © Royal Canin/Renner).

    Además de la raza, los factores individuales, sean genéticos o no, también generan una gran diversidad en cuanto a las necesidades energéticas. Dentro de una misma raza, para perros de peso comparable, los machos son en general un poco menos grasos que las hembras y, por lo tanto, tienen un gasto superior (alrededor del 10%); sin embargo, existe controversia sobre este último punto (Kienzle & Rainbird, 1991).

    Tal y como se ha mencionado antes, la castración tiene como consecuencia una disminución de los gastos (de entre el 20 y el 30%, aproximadamente) (Figura 3). El envejecimiento del animal es un ejemplo de condición fisiológica que puede hacer que los gastos energéticos disminuyan, al bajar el metabolismo basal. Además, recordemos que, al envejecer, la composición corporal cambia: la masa grasa tiende a aumentar en detrimento de la masa muscular.

    En el perro, no se han cuantificado los gastos energéticos vinculados a la actividad física. Desde un punto de vista práctico, es imposible decir a cuántas kilocalorías corresponde una hora de paseo, de carrera o de caza.

    Evolución del peso medio de perras beagles déspues de la esterilización
    Figura 3. Evolución del peso medio de perras beagles déspues de la esterilización (Jeusette y coll., 2004a).

    En un ambiente térmicamente neutro, los gastos energéticos relacionados con la termorregulación de los perros que viven en el interior tienen poca importancia. El efecto de las estaciones es prácticamente inexistente. En cambio, en el caso de los perros que viven en el exterior y sometidos a cambios de temperatura, el gasto energético aumenta para mantener la termorregulación. En la literatura sin embargo, hay controversia sobre la cuantificación del gasto energético adicional. Por ejemplo, en el Pastor Alemán,una variación de 1ºC viene acompañada de una variación de la necesidad energética del orden del 1% (Manner, 1991). Otros datos tienen en cuenta un aumento de 3 a 5 kcal/kg de PV0,75 por día y por grado por debajo de la zona de neutralidad térmica (NRC, 2006).

    Para concluir, en el perro no es fácil hacer una estimación del gasto energético. Aunque dispongamos de una gran cantidad de datos, sólo son parciales y difíciles de generalizar. Desde un punto de vista práctico, el seguimiento del peso y el conocimiento de lo que el perro necesita consumir para mantener su peso de manera constante son los datos más importantes de información sobre las necesidades energéticas de cualquier individuo.

    Las regulaciones fisiológicas del peso corporal

    En su hábitat original, los cánidos salvajes generalmente son activos e, incluso en un medio en donde abunde el alimento, es sumamente extraño que los animales adultos sean obesos. Los mecanismos biológicos que regulan el peso corporal se encuentran presentes en todo el reino animal y parecen actuar de manera bastante eficaz contra la subalimentación.

    En el animal doméstico, la presión ambiental hace que los mecanismos que regulan la sobrealimentación sean más útiles. Cada vez se conocen mejor los mecanismos hormonales de regulación del apetito, del consumo de alimentos y del gasto energético, y en particular de la leptina, la grelina y la adiponectina.

    La leptina es una citoquina producida y secretada por los adipocitos. Actúa como señal moduladora del equilibrio energético, tanto a nivel central (sobre el hipotálamo) como a nivel periférico (hígado, páncreas...). Por lo tanto, parece que desempeña una función clave en la regulación del consumo de alimentos. Desde su descubrimiento, la leptina ha estado presente como una sustancia "milagrosa" para el tratamiento de la obesidad, ya que al inyectar leptina a los ratones obesos y sanos se inducía una significativa pérdida de peso corporal sin que, aparentemente, hubiera efectos secundarios. Sin embargo, se ha visto que el hombre o el perro obeso (Ishioka y coll., 2002; Gayet et al, 2003a; Jeusette y coll., 2003, 2004b) no padecen déficit de leptina; al contrario, en estas dos especies, la leptina se produce proporcionalmente según la cantidad de adipocitos, de modo que los índices de leptina plasmática son más elevados en los individuos obesos que en los sanos. La leptina aumenta el gasto energético en los individuos sanos pero, en los obesos, la situación no está tan clara debido a un fenómeno de resistencia.

    Por otra parte, parece que la insulina y otros mediadores desempeñan también una función en la regulación de la leptina (Lonnqvist y coll., 1999). Los estudios clínicos llevados a cabo en el hombre tienden a mostrar que la concentración sanguínea de leptina depende de la secreción de insulina, de la composición del alimento y también del ejercicio (Koutsari y coll., 2003). Desde un punto de vista práctico, con relación a la obesidad, el principal punto a recordar es que la leptina disminuye el apetito. Además, la leptinemia aumenta en el perro en periodos de ganancia de peso (Gayet et al, 2003a, 2004b; Jeusette y coll., 2004b).

    La grelina (hormona liberadora de GH) fue identificada por Kojima et al (1999). Estimula la secreción de la hormona del crecimiento (GH) y aumenta la ingestión de alimentos tanto en el hombre como en los roedores. Se ha observado que, en los perros obesos, la concentración plasmática de grelina es más débil que en los animales sanos (Jeusette y coll., 2003, 2004b).

    La adiponectina es una citoquina que se secreta, exclusivamente, por el tejido adiposo. Afecta a la homeostasis glucídica, a la sensibilidad a la insulina y, probablemente, a la homeostasis energética. Actúa sinérgicamente con la leptina (Yamauchi y coll., 2001). Su expresión está disminuida en los ratones obesos y diabéticos (Hu y coll., 1996). También se reduce a la mitad en los perros obesos, con respecto a los perros sanos (Gayet et al, 2004b).

    Entre los demás factores reguladores, queda por citar al factor de necrosis tumoral alfa o TNF-α (en inglés, Tumor Necrosis Factor). Esta citoquina, identificada inicialmente como una molécula que favorece la inflamación, participa en la anorexia y en la caquexia tumoral. Se encuentra en niveles especialmente altos en el tejido adiposo de los animales y de los pacientes obesos. La expresión y las concentraciones de TNF-α tienen una correlación positiva con el grado de obesidad y con la resistencia a la insulina (Hotamisligil y coll., 1995) tal y como se ha demostrado en el perro (Gayet et al, 2004a).

    Además de los anteriores mecanismos implicados, merece la pena resaltar la actividad de las proteínas desacopladoras (en inglés, Uncoupling Protein o UCP). Estas proteínas pertenecen a una familia de transportadores situados en la membrana interna de las mitocondrias, que, al dispersar el gradiente de protones en la mitocondria, desacoplan la respiración de la síntesis de ATP. La actividad de estas proteínas varía en función de la termorregulación y la termogénesis postpandrial. La expresión de la UCP-1 se encuentra muy reducida en el tejido adiposo del perro obeso y con resistencia a la insulina (Leray y coll., 2003).

    En conclusión, parece que los numerosos factores implicados en el desarrollo de la obesidad en el hombre o en los roedores, también se han identificado en el perro ya sean factores que disminuyen el apetito o factores que aumentan los gastos.

    • La leptina es una proteína que incrementa el gasto energético en los individuos sanos.
    • La grelina es una hormona orexigénica secretada principalmente en el estómago y el duodeno.
    • La diponectina actúa sinérgicamente con la leptina y es secretada por el tejido adiposo.

    La dinámica del aumento de peso

    A pesar de estos mecanismos reguladores, si el balance energético positivo es lo suficientemente importante o persiste durante un periodo de tiempo lo bastante prolongado, se puede provocar un aumento de peso. Hay controversia en cuanto a la duración del desequilibrio (aportes energéticos superiores a los gastos). La hipótesis aceptada en el hombre es que la obesidad se instala de forma lenta, como consecuencia de un desequilibrio prolongado (varios años), incluso aunque no sea muy importante. Los clínicos distinguen tres etapas:

    • Una etapa estática de preobesidad, durante la cual el aporte energético del individuo está incrementado pero su peso se mantiene constante.
    • Una etapa dinámica, en la cual el individuo gana peso, principalmente aumentando la masa grasa pero también la masa no grasa, aunque sólo sea por un ligero incremento del volumen sanguíneo.
    • Una etapa estática, durante la cual se reestablece el equilibrio entre aportes y gastos porque disminuye el consumo de alimentos. En esta fase, el peso es extremadamente alto pero, en cambio, el metabolismo basal es relativamente bajo. En este nuevo estado de equilibrio, generalmente, se considera la obesidad como "mórbida" (OMS, 1997).

     A partir de cierto grado de obesidad, el consumo de alimentos puede disminuir sin que el perro adelgace, ya que el metabolismo basal es relativamente bajo. (Con la amable autorización de la facultad de medicina veterinaria
    A partir de cierto grado de obesidad, el consumo de alimentos puede disminuir sin que el perro adelgace, ya que el metabolismo basal es relativamente bajo. (Con la amable autorización de la facultad de medicina veterinaria (ULg) (foto tomada en la consulta de Nutrición clínica)).

    Estos datos se pueden transponer, casi directamente, al perro de compañía realizando algunos ajustes. Con respecto al periodo del desequilibrio energético, los datos deben adaptarse a la esperanza de vida del perro y a las observaciones prácticas. El exceso de peso puede sobrevenir muy rápidamente, en algunas semanas o meses. En las perras se puede dar un rápido aumento de peso durante las semanas siguientes a la esterilización. La alimentación ad libitum durante el crecimiento puede inducir un sobrepeso muy importante en los perros de 8 meses de edad.

    No se ha descrito la etapa de preobesidad en el perro. En cambio, las etapas dinámica y estática han sido bien estudiadas (Figura 4). La fase dinámica puede ser lineal o escalonada. Durante la etapa estática, el peso se estabiliza y el apetito puede ser normal o estar disminuido. Esto explica por qué es tan común ver perros obesos en la clínica "que no comen demasiado". No obstante, es evidente que el aporte energético ha sido superior a las necesidades en un momento dado de su vida - en ocasiones, varios años antes. Sin embargo, una vez que estos animales se han "estabilizado", sus necesidades energéticas son bajas y la actividad física se encuentra muy limitada, sobre todo en este estadio.

    Calidad de los aportes alimentarios

    Varios estudios llevados a cabo en el hombre y en animales de laboratorio muestran que los factores alimentarios, especialmente el aporte energético y el nivel de materia grasa, se encuentran íntimamente relacionados con el exceso de peso.

    Evolución en el peso de 3 perros de raza beagle alimentados con una dieta rica en grasas
    Figura 4. Evolución en el peso de 3 perros de raza beagle alimentados con una dieta rica en grasas.

    Aportes energéticos y macronutrientes

    En el perro, los cálculos de la energía suministrada por el alimento se basan en su composición química. Los lípidos son los nutrientes más energéticos. Por lo tanto, el consumo excesivo de alimentos grasos es un factor esencial en el origen de la obesidad. Ahora bien, la adición de materias grasas es una forma de aumentar la palatabilidad, y también la concentración energética del alimento.

    En cuanto a la energía metabolizable, los aportes de proteínas y carbohidratos son equivalentes. Sin embargo, cuando se calculan los aportes de energía neta, la valoración energética de las proteínas es menor (Tabla 7) (Rubner, 1902). Es una de las razones, además del efecto específico de ciertos aminoácidos (lisina, fenilalanina, leucina), por la cuales las proteínas tienen un efecto de saciedad más rápido que los carbohidratos. El hecho de que los perros sean carnívoros puede explicar, al menos en parte, la resistencia a la obesidad de los cánidos salvajes.

    Todos los carbohidratos digestibles aportan prácticamente la misma cantidad de energía pero, a pesar de ello, inducen efectos metabólicos diferentes, especialmente sobre la secreción de insulina. Este punto se desarrollará con más detalle más adelante.

    Desde el punto de vista teórico, podría admitirse que la adaptación matemática de los aportes energéticos a los gastos basta para prevenir la obesidad canina. Pero esto debería ignorarse en algunos casos, ya que se basa sólo en "energía metabolizable". Una simple modificación de la composición química del alimento, sin cambiar los aportes energéticos totales, puede implicar cambios en la composición corporal y en el metabolismo basal. Este último punto se ha descrito en el perro y está claramente demostrado en la alimentación humana (Bouché y coll., 2002).

    Diagnóstico y evaluación de la obesidad

    Una de las principales tareas con la que se enfrenta el clínico es cómo evaluar el grado de obesidad del animal en los numerosos casos en los que se desconoce el peso óptimo. En medicina humana es fácil calcular un intervalo de peso óptimo en función de la altura gracias al IMC (índice de masa corporal) que establece la relación peso/altura2. En medicina humana los médicos pueden consultar como referencia las tablas de IMC. En los carnívoros domésticos no existen semejantes índices y los distintos estudios para obtener medidas morfométricas han resultado ser poco concluyentes dada la gran diversidad de las razas caninas. Por lo tanto, en medicina veterinaria se han propuesto otras herramientas menos estandarizadas.

    El peso corporal

    El método más sencillo es la referencia al peso corporal. Es fácil pesar un perro, pero sólo la medida de su peso no basta para apreciar su sobrepeso. Sin hacer referencia a su peso ideal, dicha medida tiene poco interés. Aunque se pueden utilizar los estándares de la raza, como referencia en los perros de pura raza, este método no resulta totalmente satisfactorio puesto que la estatura del animal puede hacer variar significativamente el peso corporal (Tabla 8).

    Es importante pesar al perro en cada visita veterinaria y conservar los datos actualizados en el fichero médico. Efectivamente, es necesario conocer o estimar el peso ideal para establecer las raciones para el animal obeso. Este punto es determinante para calcular el racionamiento que permita una pérdida de peso.

    Medidas morfométricas

    La combinación de los datos sobre la estatura y el peso corporal introduce el concepto de técnicas morfométricas para evaluar la composición corporal. La morfometría mide la forma externa, evalúa determinadas zonas del cuerpo y la variación de sus dimensiones, poniéndolas en relación con las modificaciones de la composición corporal. Las técnicas morfométricas que se emplean con los perros son el índice de condición corporal o ICC (lo que en inglés se conoce como BCS o Body Condition Scoring) y las técnicas que combinan las medidas de varios parámetros corporales (longitudes y circunferencias de varias partes del cuerpo).

    Entre los criterios utilizados para valorar la obesidad se incluye el depósito masivo de tejido adiposo sobre la columna vertebral y en la base de la cola
    Entre los criterios utilizados para valorar la obesidad se incluye el depósito masivo de tejido adiposo sobre la columna vertebral y en la base de la cola.

    Tabla 8a - Variación del peso de referencia según el sexo En varias razas pequeñas

    Razas pequeñas

    Peso medio en el macho (kg)

    Peso medio en la hembra (kg)

    Chihuahua

    2.0 ± 0.6

    1.5 ± 0.4

    Yorkshire Terrier

    2.6 ± 0.5

    2.3 ± 0.5

    Spitz Enano o Lulú de Pomerania

    3.6 ± 0.8

    2.5 ± 0.6

    Lebrel Italiano

    4.1 ± 0.5

    4.6 ± 0.1

    Shi Tzu

    5.8 ± 1.3

    5.0 ± 0.8

    Caniche Enano

    5.8 ± 1.4

    5.0 ± 0.8

    West Highland White Terrier

    7.5 ± 1.2

    6.9 ± 0.6

    Cairn Terrier

    8.1 ± 0.2

    7.4 ± 1.2

    Cavalier King Charles

    8.7 ± 1.5

    7.0 ± 1.1

    Teckel Estándar

    9.2 ± 1.2

    7.5 ± 1.8

    Medidas tomadas de 184 machos y 221 hembras de razas pequeñas.

    Cachorros de King Charles Spaniel
    Cachorros de King Charles Spaniel (© Renner).

    Tabla 8b - Variación del peso de referencia según el sexo en varias razas de tamaño medio

    Razas de tamaño mediano

    Peso medio en el macho (kg)

    Peso medio en la hembra (kg)

    Pastor de los Pirineos

    12.8 ± 2.8

    13.4 ± 3.8

    Bulldog Francés

    13.0 ± 1.6

    11.3 ± 1.9

    Cocker Inglés

    13.0 ± 2.3

    11.8 ± 1.0

    Whippet

    13.9 ± 1.1

    11.7 ± 0.7

    Spaniel Bretón

    17.9 ± 2.2

    15.5 ± 1.5

    Staffordshire Bull Terrier

    24.0 ± 1.1

    21.0 ± 1.4

    Bulldog Inglés

    26.0 ± 4.3

    22.4 ± 3.6

    Collie

    23.9 ± 0.5

    19.8 ± 2.0

    Husky Siberiano

    24.0 ± 0.9

    18.5 ± 1.0

    Shar Pei

    24.9 ± 1.7

    18.4 ± 0.6

    Medidas tomadas de 98 machos y 99 hembras de razas de tamaño mediano.

    Cachorros de Bulldog Inglés
    Cachorros de Bulldog Inglés.(© Lanceau).

    Tabla 8c - Variación del peso de referencia según el sexo en varias razas grandes

    Razas grandes

    Peso medio en el macho (kg)

    Peso medio en la hembra (kg)

    Setter Irlandés

    26.1 ± 1.9

    25.5 ± 4.5

    Pastor Belga

    27.1 ± 4.5

    23.2 ± 2.0

    Braco Alemán

    28.5 ± 0.9

    24.6 ± 2.3

    Spaniel Francés

    29.4 ± 2.1

    26.3 ± 3.6

    Braco de Weimar

    33.6 ± 3.7

    30.5 ± 4.3

    Golden Retriever

    33.7 ± 3.4

    30.4 ± 3.6

    Bóxer

    33.9 ± 3.5

    28.8 ± 2.4

    Labrador

    35.5 ± 4.5

    30.7 ± 3.4

    Pastor Alemán

    35.9 ± 3.6

    28.4 ± 2.7

    Doberman

    39.0 ± 5.5

    28.50 ± 5.0

    Medidas tomadas de 530 machos y 488 hembras de razas grandes.

    Cachorros de Labrador
    Cachorros de Labrador. (© Hermeline/Doxicat).

    Tabla 8d - Variación del peso de referencia según el sexo En varias razas gigantes

    Razas gigantes

    Peso medio en el macho (kg)

    Peso medio en la hembra (kg)

    Rottweiler

    46.8 ± 4.8

    39.7 ± 4.9

    Boyero de Berna

    59.9 ± 6.9

    43.3 ± 6.5

    Leonberger

    57.0 ± 6.4

    49.9 ± 6.8

    Dogo de Burdeos

    58.6 ± 7.3

    46.8 ± 7.5

    Bull Mastiff

    58.8 ± 7.5

    47.7 ± 6.4

    Lebrel Irlandés

    63.1 ± 1.4

    54.3 ± 4.9

    Terranova

    63.5 ± 6.2

    51.1 ± 8.6

    Dogo Alemán

    70.5 ± 8.2

    56.6 ± 7.1

    San Bernardo

    81.5 ± 7.2

    61.0 ± 8.9

    Mastiff

    87.0 ± 10.5

    71.6 ± 9.2

    Medidas tomadas de 580 machos y 628 hembras de razas gigantes.

    Cachorros de Boyero de Berna
    Cachorros de Boyero de Berna. (© Renner King).

    El índice corporal es un método de evaluación semicuantitativo y subjetivo que asocia la evaluación de características visibles y la palpación de ciertas zonas del cuerpo. La evaluación se efectúa siguiendo unos criterios sencillos: tamaño y localización de los principales depósitos adiposos, estructura esquelética visible o no y la silueta del animal.

    De este modo se han propuesto varios tipos de índices corporales:
    - de 3 p
    untos: 1 = delgado, 2 = óptimo, 3 = excesivo
    - de 5 puntos: 1 = muy delgado, 2 = delgado, 3 = óptimo, 4 = sobrepeso, 5 = obeso (Edney & Smith, 1986) (Edney & Smith, 1986) (Tabla 9)
    - e incluso de 9 puntos: de 1 a 4 = de caquéctico a delgado; 5 = óptimo; de 6 a 9 = sobrepeso creciente (Laflamme, 1993; Laflamme y coll., 1994a).

    Los animales que presentan un índice medio correspondiente a un peso óptimo tienen una masa lipídica de, aproximadamente, el 13%. Cuando se utiliza un índice corporal de 9 puntos, la masa lipídica aumenta en un 9% por cada punto en que se incremente el índice corporal (Mawby y coll., 2000). Por consiguiente, un animal que presente un índice corporal de 9, correspondiente a lo que se puede calificar como obesidad mórbida, tiene una masa grasa superior al 40%. La ventaja de este sistema de índices es que puede ser fácilmente utilizado por el clínico y que no sólo se utilizan para diagnosticar la obesidad, sino también para prevenirla de forma activa. En el momento de una consulta rutinaria, es fácil pesar al animal y establecer un índice.

    Beagle bitch
    El paso de la escala de 5 puntos a la de 9 se realiza fácilmente utilizando las graduaciones intermedias en la escala de 5 puntos. Aquí, el índice corporal de esta perra beagle puede ser apuntado como 4.5/5 o como 8/9. (© Reproducción amablemente autorizada por I. Jeusette).

    Tabla 9 - Índices corporales de 5 puntos

    Grade

    Dog

    Cachexia

    1. Caquexia

    más de un 20% por debajo del peso óptimo.

    - Las costillas, la columna vertebral y los huesos de la pelvis son fácilmente visibles (pelo corto)

    - Pérdida evidente de masa muscular

    - No se palpa tejido graso sobre la caja torácica

    Thinness

    2. Delgadez

    entre un 10 y un 20 % por debajo del peso óptimo.

    - Se ven las costillas, las crestas vertebrales y los huesos de la pelvis

    - Cintura abdominal evidente

    - No se palpa tejido graso sobre la caja torácica

    Ideal Weight

    3. Peso ideal

    - No se ven las costillas ni la columna vertebral pero es fácil palparlas

    - Cintura abdominal evidente

    - Se palpa una delgada capa de tejido adiposo sobre la caja torácica

    Excess Weight

    4. Exceso de peso

    entre un 10 y un 20% por encima del peso óptimo.

    - Se palpa con dificultad las costillas y la columna vertebral

    - Ausencia de cintura abdominal

    - Evidente depósito adiposo sobre la columna vertebral y la base de la cola.

    Morbid obesity

    5. Obesidad

    a partir del 40% por encima del peso óptimo.

    - Masivo depósito adiposo sobre el tórax, la columna vertebral y la base de la cola

    -Evidente distensión abdominal

    Cada medio punto por encima del índice 3 representa un incremento del sobrepeso del 10%. Por ejemplo, un perro con un 4,5 presenta un sobrepeso del 30%.

    Las medidas de varias circunferencias, los perímetros torácicos y pélvicos, por ejemplo; combinadas para ser utilizadas en sistemas de ecuaciones no permiten apreciar bien la masa lipídica debido a las diferencias morfológicas que hay de un animal a otro. No obstante, constituyen una buena manera de hacer el seguimiento del adelgazamiento en un perro concreto. Las distintas medidas corporales requieren cierta experiencia por parte del facultativo, así como la cooperación del animal (Burkholder, 2000).

    Medidas por ultrasonidos

    Se han utilizado ultrasonidos para medir el espesor de la capa de grasa subcutánea del perro (Anderson & Corbin, 1982; Morooka y coll., 2001). La combinación de esta técnica con otras puede resultar interesante para localizar los principales depósitos lipídicos y comprender los mecanismos que conducen al desarrollo de la obesidad (Morooka y coll., 2001). Además, esta técnica es relativamente sencilla y no es invasiva; es interesante en la clínica siempre que se disponga del material adecuado. Sin embargo, su campo de aplicación es limitado, sólo permite evaluar la grasa subcutánea. Se ha probado en varias regiones corporales, entre ellas el centro de la zona lumbar o las apófisis lumbares L6 y L7 o sacras (S1). La dificultad está en la posibilidad de reproducirlo más veces: hay que rasurar la piel, normalizar la posición del animal, la presión de la sonda y utilizar puntos de referencia objetivos. El empleo de ultrasonidos en dos dimensiones permite mejorar la técnica y obtener cifras más precisas (Morooka y coll., 2001).

    La DEXA

    El empleo de la absorciometría de rayos X de energía dual o DEXA (en inglés, Dual Energy X-ray Absorptiometry) (Munday y coll., 1994) permite diferenciar la naturaleza y la cantidad de cada uno de los tejidos presentes en las partes del organismo que están siendo sometidas a examen y, por ejemplo, seguir la evolución de la composición corporal del perro durante el periodo de adelgazamiento en condiciones experimentales. Para practicar este examen es preciso tranquilizar al animal. Los resultados hacen referencia a la masa mineral ósea, al tejido adiposo y a la masa magra del organismo (Figura 5).

    Imágenes (obtenidas mediante la técnica Dexa) de un labrador macho esterilizado de 4,5 años, antes (t0) y 5 meses (t+5) después del comienzo de un régimen hipocalórico
    Figura 5. Imágenes (obtenidas mediante la técnica Dexa) de un labrador macho esterilizado de 4,5 años, antes (t0) y 5 meses (t+5) después del comienzo de un régimen hipocalórico (© Alex German). (© Alex German).  

    Los isótopos pesados

    El agua corporal se encuentra principalmente almacenada en los tejidos magros, de ahí que su medida cuantifique indirectamente la masa magra. Se puede hacer una estimación de la cantidad total de agua corporal determinando la dilución del óxido de deuterio (D2O) o del agua enriquecida (O18). La masa grasa y su porcentaje puede calcularse en base a la diferencia. El deuterio y el O18 son dos excelentes marcadores no radiactivos y no tóxicos a dosis pequeñas. Este método requiere que se saque sangre antes de inyectar subcutáneamente el marcador y que se vuelva a sacar una muestra de sangre cuatro o cinco horas después. En la práctica, se puede emplear esta prueba para calcular el porcentaje de tejido graso de los perros obesos, siempre y cuando se tenga acceso a la espectrometría de masas. Se ha demostrado que este método tan poco invasivo es válido para el perro (Pouteau et al. 1998; Son y coll., 1998).

    T0

    T+5

    Peso (kg)

    45.90 kg

    37.10 kg

    Masa grasa total

    20.45 (45.4%)

    12.72 (35.1%)

    Masa magra total

    23.14 (54.6%)

    22.18 (64.9%)

    Pérdida total de peso = 8,8 kg (19,2 % del peso inicial)

    La pérdida de peso está repartida en un 87% de masa grasa (7,7 kg en total) y un 13% de masa magra (1,12 kg en total). Aunque la masa grasa final todavía es alta (35 %), resulta compatible con la raza del perro.

    Impedancia bioeléctrica

    En el hombre, la medida de la impedancia bioeléctrica es un método sencillo, no invasivo, rápido, transportable y repetible para estudiar la composición corporal. Hoy en día se ha probado este método en el gato (Elliott y coll., 2002a, 2002b) pero, desafortunadamente, no se puede aplicar en el perro.

    Estos tres últimos métodos, que recientemente han sido utilizados en los carnívoros, proporcionan resultados muy correlativos (Son y coll., 1998). Ciertamente, se aplican mejor a los protocolos de investigación que a las situaciones clínicas. No obstante han abierto interesantes perspectivas para comparar la eficacia de los distintos alimentos hipoenergéticos presentes en el mercado (Diez y coll., 2002).

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    1. Abel RM, Grimes JB, Alonso D et al. Adverse hemodynamic and ultrastructural changes in dog hearts subjected to protein-calorie malnutrition. Am Heart J 1979; 97:733-44. - PubMed -  

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    How to reference this publication (Harvard system)?

    Diez, M. and Nguyen, P. (2007) “Obesidad canina”, Encyclopedia of Canine Clinical Nutrition. Available at: https://www.ivis.org/library/encyclopedia-of-canine-clinical-nutrition/obesidad-canina (Accessed: 05 February 2023).

    Affiliation of the authors at the time of publication

    1Department of Animal Productions, Faculty of Veterinary Medicine, University of Liège, Liège, Belgium.
    2ENVN Atlanpôle, La Chantrerie, Nantes, France.

    Author(s)

    • Marianne Diez

      Diez M.

      Researcher, Lecturer
      PhD Dipl ECVCN Mast of Confer of Anim Nutrition
      Nutrition Unit B43, Faculty of Veterinary Medicine, University of Liège
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    • P. Nguyen

      Nguyen P.

      DVM MS RDH Dipl ECVCN
      Nantes-Atlantic National College of Veterinary Medicine, Food Science and Engineering
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    Copyright Statement

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