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Trastornos metabólicos en la búfala parturienta
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La respuesta de las búfalas de agua a la lactación es diferente de la del ganado; los trastornos metabólicos relacionados con el parto o la producción tienen una baja incidencia [1]. Los niveles de glucosa y calcio son bastante estables durante la lactación temprana en búfalos [2,3] y se ha informado que los metabolitos como la glucosa, calcio, fosfolípidos, magnesio e insulina son más altos en búfalos en comparación con el ganado [4]. Varios estudios han demostrado el efecto del tiempo desde el parto en el perfil metabólico de las búfalas [5]. Se informó que durante el pico de la lactancia las búfalas metabolizan las reservas corporales para complementar las menores cantidades de lípidos del torrente sanguíneo [6], sin embargo, esta movilización de lípidos fue menor en comparación con el ganado [1]. Se ha demostrado que durante los dos primeros meses después del parto, la concentración de glucosa disminuyó [7], mientras que los ácidos grasos no esterificados (NEFA) y el colesterol aumentan en las búfalas lactantes [7,8]. Sin embargo, las búfalas tienen un balance de energía negativo menos intenso en comparación con el ganado lechero, probablemente debido a un menor rendimiento de leche [5,9]. Las concentraciones séricas de triglicéridos aumentan durante la lactancia y muestran una correlación positiva con los niveles de grasa láctea en las búfalas [10] probablemente porque las búfalas producen leche más grasosa. Se observó un aumento en el triacilglicerol hepático y NEFA durante el final de la gestación y después del parto en búfalas similar a lo observado en vacas, sin embargo, el aumento en búfalas fue menor en comparación con las vacas sin indicación de hígado graso en la búfala parturienta [11]. La baja incidencia de cetosis en el búfalo puede explicarse parcialmente por un menor rendimiento de leche y un balance energético negativo menos intenso en el parto y una menor actividad tiroidea en la búfala lactante [12]. La fisiología del rumen del búfalo parece ser diferente del ganado [13]. Con un pH ruminal de 6.28 [14], el búfalo tiene una buena capacidad de amortiguación y adaptación de microorganismos del rumen a diferentes condiciones de energía y proteínas en la dieta [13]. Además, el rumen de búfalo tiene una capacidad de mejora en la digestibilidad de carbohidratos no estructurales con alto contenido de fibra [15]. Es probable que haya algunos mecanismos todavía poco conocidos que contribuyen a una baja incidencia de cetosis en el búfalo.
La fiebre de la leche se ha mencionado como un trastorno metabólico importante de la vaca de transición con una mortalidad del 5 al 10% de las vacas afectadas por este trastorno [16]. Aunque el contenido de calcio y fósforo de la leche es bajo durante la lactación temprana en bovinos y búfalos [17], la fiebre de la leche es menos prevalente en el búfalo y, por el contrario, la deficiencia de fósforo en la hemoglobinuria es común en los búfalos en comparación con el ganado vacuno [18-20]. Las razones de tal disparidad son poco conocidas y sólo se explican en parte sobre la base de una menor producción de leche en el búfalo. Del mismo modo, hipomagnesemia o tetania del pasto y síndrome de la vaca caída son comunes en el ganado bovino, pero poco común en las búfalas con informes excepcionalmente pocos sobre estos dos trastornos [21 - 24]. En este capítulo describimos las alteraciones metabólicas en la búfala parturienta; fiebre de leche, cetosis, hipomagnesemia y hemoglobinuria de la parturienta.
1. Fiebre de leche (paresia de la parturienta)
La fiebre de la leche es una enfermedad metabólica que se observa comúnmente en las búfalas lecheras de alta producción [25-28], similar a la que se observa en el ganado lechero, y se caracteriza por debilidad muscular general, falta de coordinación y depresión de conciencia unos días antes o después del parto [29]. En comparación con el ganado, en la búfala los niveles de calcio sanguíneo muestran una variabilidad limitada durante la gestación, la lactancia y el período seco ]1-30]; se registraron niveles más altos durante el último mes de gestación y niveles más bajos al final de lactancia [3-8]. Aunque se registró una deficiencia de calcio en el suelo y los forrajes alimentados a los búfalos en muchos estudios [31-35], no se registró la enfermedad clínica.
En un estudio, los niveles séricos casi constantes de calcio, fósforo, hormona paratiroidea y la baja concentración durante la gestación tardía y la lactancia temprana en búfalas, indicaron que las búfalas necesitan utilizar solo una pequeña parte de sus recursos minerales endógenos [30]. También se ha mencionado que los búfalos son capaces de satisfacer su requerimiento de calcio de los forrajes gruesos mientras que en forrajes similares los bovinos muestran saldos negativos [36], lo que indica que los búfalos tienen una mejor capacidad inherente para la retención de minerales. Todos estos factores probablemente contribuyen a una menor incidencia de fiebre de la leche en la búfala. En las especies bufalinas, se considera que el exceso de calcio altera la relación Ca/P durante el período seco, incluida la hipoactividad de las paratiroides que provocaría el aumento del nivel de magnesio y la disminución del calcio al comienzo de la lactancia debido a la movilización no inmediata de calcio por los huesos [4]. La alteración de la relación Ca/Mg favorece la relajación de los músculos vaginales y/o útero-vaginales responsables de la atonía uterina y de una mayor incidencia de prolapso vaginal/uterino [5,37].
1.1 Incidencia
Una encuesta de 9.432 búfalos que habían parido en granjas privadas y organizadas en el estado de Punjab reveló una incidencia de paresia del parto del 3,1%, y el 80% de los casos ocurrieron entre julio y diciembre [28].
En un estudio reciente en el que se siguió al parto a 1.000 búfalas Kundhi gestantes en Pakistán, se mostró una incidencia de fiebre de leche del 6,7% [38]. Se registró una alta incidencia de fiebre de leche en búfalas adultas siendo más común en áreas secas en donde la paja y los rastrojos son el forraje básico. La incidencia de fiebre de leche observada durante la segunda a séptima lactancia en las búfalas fue de 5,1%, 18%, 33,3%, 25,6%, 10,3% y 7,7% [28].
Se ha registrado que la fiebre de leche ocurre durante los últimos días de gestación o dentro de los 1-3 días después del parto [39-41]. Excepcionalmente puede ocurrir incluso hasta 8 semanas después del parto [28]. Los búfalos en su 3ª a 5ª lactancia tienen más probabilidades de desarrollar la enfermedad [39,41,42] y el 60% se ve afectado durante la 3ª lactancia, probablemente debido al pico de lactancia.
1.2 Etiología
En los búfalos suele producirse una disminución de los niveles de calcio sérico en el momento del parto [8] y es mayor en los animales propensos a la fiebre de leche. Por lo general, tres factores son responsables del mantenimiento del nivel de calcio en los fluidos corporales, a saber, la absorción del calcio de la dieta del intestino, la movilización de calcio de las reservas esqueléticas y la excreción/reabsorción desde los riñones. Cualquier alteración en la función de uno o más factores puede iniciar el desarrollo de la fiebre de la leche. La disminución del calcio sérico puede ocurrir debido a uno o una combinación de los siguientes factores [29].
Excesivo drenaje de calcio en el calostro:
La cantidad de calcio en el calostro depende del volumen de calostro secretado. Cuando la pérdida de calcio en el calostro es mucho mayor que la capacidad normal para su absorción desde el intestino y su movilización desde los huesos largos, es probable que se produzca una disminución del calcio sérico.
Absorción deficiente del calcio de la dieta en el intestino:
En algunos animales se observa pérdida de apetito en el momento del parto y es más probable que estos animales se vean afectados debido a la reducción de la absorción de calcio en el intestino.
Movilización:
La movilización lenta e insuficiente de calcio de las reservas esqueléticas durante las etapas terminales de la gestación es una posible causa de hipocalcemia
1.3 Homeostasis del calcio y fiebre de leche
El mantenimiento de la reserva de calcio en el plasma y los líquidos extracelulares depende de la hormona paratiroidea (HPT), la vitamina D y la calcitonina. El animal recibe su requerimiento diario de calcio por absorción de los intestinos. La calcitonina favorece la mineralización del hueso, mientras que la hormona paratiroidea favorece la desmineralización de los huesos cuando aumenta el requerimiento de Ca en el plasma, mientras que la absorción de Ca en el intestino o su pérdida en orina depende de la 1,25-hidroxi vitamina D (vitamina D ) secretada por los riñones [43] (Fig. 1). Se ha explicado la homeostasis del calcio durante la lactancia temprana en vacas lecheras [44]. La mayoría de las vacas tienen un balance de Ca negativo durante las primeras semanas de lactancia porque sale más Ca del cuerpo a través de la leche, la pérdida fecal endógena y la orina del que se absorbe con la dieta, en parte porque los mecanismos intestinales para absorber Ca no están completamente adaptados a la lactancia [45] y también porque la ingesta de materia seca es poco favorable. Para mantener el Ca plasmático normal, el balance negativo de Ca se satisface mediante la reabsorción de las reservas de Ca en los huesos y la absorción de Ca del intestino. La movilización de Ca óseo se estimula mediante un esfuerzo concertado de HPT y vitamina D, pero la absorción intestinal de Ca está controlada por la vitamina D sola [44]. Durante el período seco, estos mecanismos para reponer el Ca plasmático son relativamente inactivos [45]. Así, casi todas las vacas experimentan algún grado de hipocalcemia durante los primeros días después del parto, antes de que el intestino y los huesos se adapten a la lactancia. El proceso de adaptación comienza con un aumento espectacular de las concentraciones plasmáticas de HPT y vitamina D al inicio de la hipocalcemia. Se requieren aproximadamente 24 h de estimulación con vitamina D antes de que el transporte intestinal de Ca aumente significativamente [46]. La reabsorción de Ca óseo (reclutamiento y activación de los osteoclastos) no aumenta significativamente hasta después de aproximadamente 48 horas de la estimulación de la HPT [47]. En las vacas con fiebre de leche, estos procesos de adaptación pueden ser aún más prolongados. Para estas vacas, el drenaje mamario de Ca hace que las concentraciones de Ca extracelular y plasmático caigan, incluso hasta el punto de la muerte, antes de que pueda ocurrir la adaptación del intestino y el hueso.
Figura 1. Mecanismos de homeostasis del calcio.
De manera similar a los estudios en vacas [48,49], unos pocos estudios [50,51] abordaron la relación catión/anión en la dieta sobre el desarrollo de la fiebre de la leche en búfalos Nili Ravi en Pakistán. La adición de aniones a la dieta (o preferiblemente la reducción del contenido de cationes de la dieta) reduce la alcalinidad de la dieta, reduciendo la alcalosis metabólica y quizás iniciando la acidosis metabólica [44]. Las búfalas alimentadas con dietas aniónicas durante el período preparto habían mejorado la digestibilidad, el pH sanguíneo y los bicarbonatos del suero eran bajos y aumentaban a medida que la dieta era más catiónica [51]. Las búfalas alimentadas con dieta aniónicas tuvieron una baja incidencia de hipocalcemia parturienta [50]. Se ha demostrado que la adición de aniones a la dieta no aumenta la absorción intestinal aparente de Ca [52-53]. Sin embargo, los estudios [54] indican que el hueso y tal vez el tejido renal son refractarios a los efectos de la HPT en el estado alcalino, y los efectos estimulatorios de la HPT aumentan durante la acidosis metabólica. Se ha demostrado que el equilibrio ácido-básico de la vaca puede influir en la producción de vitamina D, la cual depende de la HPT, e influye en el grado de hipocalcemia experimentada al parto. Las vacas alimentadas con una dieta alta en K y Na+ antes del parto (induciendo alcalosis metabólica) tenían concentraciones plasmática de vitamina D más bajas al parto que las vacas alimentadas con una dieta alta en Cl y SO4 (induciendo acidosis metabólica), a pesar de una hipocalcemia más severa en las vacas con dieta alcalótica [55]. La relación catión-anión en la dieta durante la gestación y el parto parece ser un factor importante en el desarrollo del trastorno. Un estudio radiográfico previo en búfalas gestantes sanas reveló osteopatías metabólicas subclínicas sin cambios de los parámetros sanguíneos [56] sugiriendo que la hipocalcemia subclínica es más probable en las búfalas.
1.4 Patología clínica
Después de un drenaje repentino de calcio en la leche, las reservas corporales disminuyen y se produce hipocalcemia. Se ha mencionado que las vacas con fiebre de leche tienen contracciones del músculo liso y esquelético reducidas [16]. Esto disminuye la motilidad ruminal, la ingestión de alimento y la producción de leche. Las funciones inmunes de las vacas afectadas se suprimen [57] y las vacas afectadas tienen un mayor riesgo de desarrollar mastitis, placenta retenida y metritis [16]. Las funciones cardíacas pueden verse afectadas en los casos más graves, lo que resulta en la muerte de las vacas no tratadas. Es probable que las búfalas afectadas por la fiebre de leche desarrollen cambios similares, pero hay pocas descripciones disponibles, probablemente debido a la baja incidencia de la enfermedad.
Se registró hipocalcemia en estudios en búfalas afectadas por la fiebre de leche, con calcio sérico que oscilaba entre 4,68 y 5,92 mg/dl [28,39,41,42,58-60] en comparación con valores de 8,40 a 10,0 mg/dl en búfalas lactantes sanas [4,28]. Los niveles de AST (enzima hepática aspartato aminotransferasa), ALT (una enzima de fuga hepatocelular) y NEFA estaban elevados en búfalas con fiebre de leche. Las estimaciones de la lecitina colesterol acil transferasa se han sugerido recientemente como un buen indicador de la fiebre de la leche en las búfalas [59].
1.5 Hallazgos clínicos
La fiebre de leche se observa comúnmente durante el período posparto inmediato [39,41,58], pero se han registrado pocos casos en búfalas no gestantes ni lactantes [61]. La incidencia de la fiebre de leche en las búfalas es menor que en las vacas, sin embargo, las manifestaciones clínicas son comparables [28,39,41,42]. Aunque se detectó hipocalcemia (calcio 5,2 mg/dl) en 6 búfalas en un estudio reciente, no se observaron signos clínicos, excepto que fue evidente la baja producción de leche [8].
Las búfalas con fiebre de leche tienen una temperatura rectal más baja (P <0,01) (99,26 vs. 100,5 ° F) [41,60], frecuencia del pulso (37,36 vs. 48,38), frecuencia respiratoria (13,4 vs. 21,8 / min) y movimientos ruminales deprimidos (1,6 vs. 7,6 cada 5 min) en comparación con animales sanos [29]. Los animales afectados desarrollan anorexia y están reacios a moverse. Las búfalas muestran temblores, saliva espumosa, vuelven su cabeza hacia el flanco (Fig. 2) y recumbencia (Fig. 3) [62]. El hocico está seco y el cuerpo y las extremidades fríos al tacto [41].
Las pupilas están dilatadas y el animal parece deprimido. La intensidad del ruido cardíaco está reducido y el pulso es débil [29]. Los animales están inconscientes o semiconscientes. A medida que la enfermedad progresa, es común que la búfala esté en decúbito esternal o lateral [42], y son frecuentes los temblores musculares, el rechinar de dientes y la mirada del flanco.
En un estudio [28] el 25,6%, 43,6% y 30,8% de las búfalas con fiebre de leche estaban en posición de pie, en decúbito esternal y decúbito lateral. Cuando se demora el tratamiento, la enfermedad progresa rápidamente y el animal entra en inconsciencia profunda. La condición se deteriora rápidamente durante un período de 12-24 horas y, finalmente, se produce la muerte por insuficiencia respiratoria [29]. Las pérdidas económicas debidas a fiebre de leche en búfalas se deben a la pérdida de producción de leche y los costos terapéuticos [63]. La pérdida total estimada es de alrededor de las 665,74 rupias (rupias indias) por búfala afectada [63].
Figura 2. Búfala con fiebre de leche
Figura 3. Búfala con fiebre de leche en recumbencia lateral.
1.6 Diagnóstico
La evidencia de parto reciente con vaciamiento brusco de la ubre y la asociación de los signos tales como el decúbito, baja temperatura corporal, giro de la cabeza hacia el flanco, son suficientes para sospechar de la hipocalcemia como diagnóstico. Los perfiles de calcio sanguíneo pueden confirmar el diagnóstico preliminar, sin embargo, la terapia debe instituirse inmediatamente y no esperar los resultados de laboratorio.
1.7 Tratamiento
La terapia habitual sugerida es la pronta administración IV lenta de borogluconato cálcico al 20% (300 - 450 ml) [25,39,42,64]. La perfusión debe calentarse a la temperatura corporal antes de la administración en climas fríos.
Los búfalos responden a la terapia con calcio intravenoso recuperando la postura normal, la ingesta de alimento y la leche dentro de las 2 a 3 h de la terapia y los niveles de calcio vuelven a la normalidad [63]. Las recaídas observadas después de 24-48 h pueden ser tratadas con éxito repitiendo la misma terapia [39]. Un método satisfactorio para evitar la recaída puede ser la administración de una solución al 20-25% de borogluconato de calcio, parcialmente por IV (300-350 ml) y parcialmente por vía subcutánea (200-250 ml). Alternativamente, una infusión de una combinación de calcio y magnesio es satisfactoria [39]. Se sugieren suplementos de calcio por vía oral e inyecciones de vitamina D. En animales con un drenaje excesivo continuo de calcio en la leche, se puede administrar borogluconato de calcio 2 o 3 veces a intervalos de 12 horas. En casos más leves, se sugiere la suplementación oral de preparaciones de calcio como cloruro de calcio y fosfato tricálcico (100 g al día) o preparaciones disponibles comercialmente durante un par de días [29,65]. Los enfoques preventivos para la fiebre de la leche en el ganado vacuno sugieren la administración antes del parto de inyecciones de vitamina D [66] o la suplementación oral de sales aniónicas [16]. Se ha documentado que enfoques similares son útiles en búfalas [50].
2. Cetosis
La cetosis es una enfermedad metabólica que se caracteriza por concentraciones elevadas de cuerpos cetónicos β hidroxibutirato (BHBA), acetoacetato y acetona en la sangre (hipercetonemia), orina y leche. La enfermedad ocurre principalmente en vacas lecheras y búfalas en lactancia temprana cuando las reservas corporales se utilizan para apoyar la lactancia. La movilización excesiva de ácidos grasos del tejido adiposo durante el balance energético negativo posparto y su conversión en cuerpos cetónicos por el hígado conduce a niveles más altos de cuerpos cetónicos en la sangre con el desarrollo de cetosis clínica. Al igual que en el ganado, el trastorno puede tener una presentación clínica y subclínica en búfalas lecheras [67]. La cetosis clínica ocurre con frecuencia en comparación con la cetosis subclínica y afecta a animales individuales en una manada; las búfalas muestran una disminución en la ingesta de alimento, pérdida de peso, una disminución en la producción de leche, depresión y ocasionalmente signos nerviosos.
2.1 Etiología
La etiología de la cetosis parece ser multifactorial y compleja y es posible que los mismos factores que afectan a las vacas lecheras también afectan a las búfalas, aunque se carece de evidencia científica al respecto. Se ha mencionado que la cetosis ocurre en las vacas cuando fallan los mecanismos fisiológicos de adaptación al balance energético negativo [68]. La falla de la gluconeogénesis hepática para suministrar la glucosa adecuada para la lactancia y las necesidades corporales puede ser una de las causas de la cetosis; sin embargo, el control deficiente de la retroalimentación de la liberación de ácidos grasos no esterificados del tejido adiposo es otra causa probable de cetosis [68]. Todas las vacas lecheras generalmente experimentan un período de balance energético negativo y movilización de grasas después del parto, pero no todos los animales desarrollan hipercetonemia y menos aún desarrollan cetosis clínica. Existe variación individual en la adaptación metabólica al balance energético negativo.
El balance energético negativo es considerado menos intenso en la búfala debido a una menor producción de leche [1,69]. El desarrollo de la cetosis parece no estar asociado únicamente con la extensión del estado energético negativo; sin embargo, la adaptación metabólica inadecuada parece contribuir al desarrollo de cetosis [68]. Hay muchos factores que pueden resultar en el desarrollo de cetosis durante la lactancia temprana. Una puntuación alta de la condición corporal (= mayores reservas de grasa) y una gran movilización de grasa alrededor del parto aumentan el riesgo de cetosis al inicio de la lactancia en vacas [70-72]. Cualquier enfermedad en el período del periparto que dé como resultado una reducción en la ingestión de alimento, incrementa el riesgo de que las vacas desarrollen cetosis. Por ejemplo, la cojera [73] y la fiebre de la leche [74] se asociaron con un riesgo elevado de padecer la enfermedad. Además de los diversos "factores de la vaca", las influencias ambientales también juegan un papel evidente en la etiología de la cetosis. La estrategia de alimentación en las semanas secas y en el período de lactancia temprana es fundamental para la prevención de la hipercetonemia en las granjas lecheras [75,76], lo que puede ilustrarse con estudios que muestran que factores nutricionales como la ingesta energética preparto [77] y la composición nutricional de las dietas durante el posparto [78] influyeron en el estado metabólico de las vacas y la prevalencia de cetosis durante la lactancia temprana. Resumiendo, la cetosis es una enfermedad multifactorial y varios factores de la vaca y medioambientales contribuyen a la etiología.
El incremento en la demanda de glucosa durante el pico de lactancia o durante las etapas iniciales de la producción de leche en animales de alto rendimiento restringe la disponibilidad de oxaloacetato para las reacciones metabólicas. Esto da como resultado una actividad disminuida del ciclo del ácido tricarboxílico y, por tanto, la producción de energía y una tasa reducida de catabolismo de acetil CoA. La producción de energía restringida da como resultado una mayor descomposición de las grasas de depósito, lo que provoca una mayor producción de acetil CoA. El exceso de acetil CoA se dirige hacia la síntesis de cuerpos cetónicos (Fig. 4). Debido a la capacidad disminuida de los tejidos extrahepáticos para catabolizar la acetil CoA, la concentración de cetonas en sangre aumenta, lo que causa cetonemia y la aparición de cuerpos cetónicos en la orina, lo que causa cetonuria. La cetonemia y la cetonuria juntas se conocen como cetosis. La composición y calidad de los piensos utilizados para los animales puede ser responsable del desarrollo de cetosis.
Figura 4. Formación de cuerpos cetónicos.
2.2 Incidencia
La primera descripción de cetosis en la búfala parece ser la de Ramiah [79]. El seguimiento de 3 395 búfalas adultas por cetosis mediante la prueba de Rothera en Maharashtra (India) reveló una incidencia de 2.85% [80] y se registró una incidencia casi similar en otros estudios en 600 [81] y 500 búfalas [82]. Asimismo, estudios en 342 búfalos en Tamil Nadu revelaron una incidencia del 2,92% [83]. También se registró una alta incidencia del 3,1% [84], 4,8% [85], 5,29% [86-87], 8,11% [88], 9,2% [89], 23,45% [90] y 29,9% [91].
La edad habitual de las búfalas afectadas varía de 8 a 10 años [81,82,84,85,87-89,92] y las búfalas afectadas están en su tercera a cuarta lactancia [81,82,86,92-95].
La mayoría de los estudios muestran que la afección se desarrolla dentro del mes del parto [81,82,85,87,90]. Una mayor incidencia durante los meses de invierno [82,87,89,94-95] parece estar relacionada con una tasa de partos durante esta temporada [96].
2.3 Hallazgos clínicos
Se ha descrito que la cetosis en búfalas es tanto clínica [67,80,82,87,97] o subclínica [67,92,95,99] y los signos clínicos son menos intensos en la forma subclínica [67]. La incidencia de cetosis clínica (70%) y subclínica (30%) se describió en búfalas egipcias en un estudio reciente [67]. Se ha reconocido que la cetosis clínica es de 2 tipos: la forma debilitante y la forma nerviosa, siendo la forma debilitante más común (87,6%) y la forma nerviosa menos frecuente (12,4%) [80].
La ingesta reducida de concentrados y la producción de leche ligeramente disminuida son los primeros signos observados de cetosis clínica en búfalos [67,80,100-101] que progresa hasta anorexia completa, reducción marcada de la producción de leche, estasis ruminal y pérdida de la condición corporal (Fig.5) [67,82,96]. El olor afrutado similar a la acetona es evidente en el aliento, la leche y la orina en una proporción alta [82,96,98,102-105] o pequeña [67] de búfalas afectadas. El estreñimiento es evidente con la progresión de la enfermedad y las búfalas pueden evacuar heces duras cubiertas de moco [87,102,106]. El rechinar de dientes y lamer el cuerpo es común en las búfalas afectadas [82,96]. Después de algún tiempo, pueden observarse signos de pica en una gran proporción de búfalas afectadas [96]. Los animales pueden mostrar signos de rigidez, están entorpecidos y no están dispuestos a moverse, y el pelaje de su cuerpo se vuelve áspero y seco [100].
Figura 5. Búfala con baja condición corporal y cetosis.
Las búfalas con cetosis subclínica tienen una ingestión de alimento pobre y una producción de leche deficiente. El diagnóstico usualmente se hace analizando su orina o suero en busca de cuerpos cetónicos y niveles de glucosa en la sangre [65-99].
La forma nerviosa de cetosis se observa solamente en una poca proporción de búfalas [80-107-108]. Una búfala afectada se mueve erráticamente, puede presionar su cabeza contra una pared y a veces se mueve en círculos [29]. Puede observarse una marcha tambaleante y tetania moderada [100]. Puede producirse ceguera aparente y espasmos musculares [108].
2.4 Patología clínica
Se producen pequeños cambios en la hematología de las búfalas con cetosis. La mayoría de los investigadores no encontraron cambios en la hematología, excepto una ligera neutropenia [82,102,106].
La hipoglucemia significativa fue un hallazgo constante en búfalos con cetosis [81,92,109-111] junto con cetonemia y un aumento en el colesterol sérico, lípidos totales y triglicéridos (Tabla 1).
Tabla 1. Perfiles bioquímicos séricos en búfalas sanas y búfalas cetóticas en diferentes estudios. | ||||||||
Parametro | Estado de salud | Singh y Kasaralikar, 1988 | Anantwar y Singh, 1994 | Ambore y col., 2001 | Ambore y col., 2002 | Awaz y col., 2002 | Singh y col., 2004 | Waghmare y col., 2011 |
Glucosa sérica mg/dL | Sana | 61.97±0.55 | - | 60.22±0.91 | 61.04±0.35 | - | 63.10±1.17 | 57.20±1.20 |
Cetótica | 48.03±0.69 | 57.70±1.65 | 53.91±2.44 | 47.38±0.76 | 47.67±0.55 | 46.72±0.55 | 38.26±1.93 | |
Cetona sérica mg/dL | Sana | 2.0±0.11 | - | 2.85±0.10 | - | - | 1.89±0.05 | - |
Cetótica | 15.53±0.64 | 8.31±0.49 | 8.90±0.58 | 14.27±0.37 | 14.14±0.62 | 13.82±0.26 | - | |
Colesterol sérico mg/dL | Sana | 94.71±6.69 | - | 96.06±12.0 | - | - | 98.05±1.95 | - |
Cetótica | 159.79±10.99 | - | 111.36±12.35 | 139.55±3.34 | - | 159.50±5.09 | - | |
Trigliceridos séricos mg/dL | Sana | 59.53±3.55 | - | 61.82±1.01 | - | - | 60.43±2.18 | 68.77±1.25 |
Cetótica | 94.48±5.10 | 85.35±8.42 | 89.87±4.84 | 93.22±1.47 | 94.66±6.0 | 95.02±2.66 | 79.08±1.74 | |
Lípidos totales séricos mg/dL | Sana | 237.09±6.52 | - | 243.11±5.29 | - | - | - | - |
Cetótica | 350.52±25.59 | 340.55±26.38 | 323.18±25.87 | 338.56±7.36 | 363.45±8.37 | - | - | |
Cetonas en orina mg/dL | Sana | - | - | - | - | - | 2.49±0.25 | - |
Cetótica | - | - | - | - | - | 24.25±0.99 | - | |
Insulina sérica mU/dL | Sana | - | - | - | - | - | - | 2.15±0.06 |
Cetótica | - | - | - | 1.45±0.12 | - | - | 1.80±1.01 | |
Cortisol sérico mg/dL | Sana | - | - | - | - | - | - | - |
Cetótica | - | - | - | 1.67±0.10 | - | - | - |
Los niveles de insulina en búfalas cetóticas son bajos [88-89-104] y la cetona en la orina es significativamente más alta [87]. Los niveles de oxidantes como NO y malondialdehído son altos en búfalas con cetosis [67-105]. De manera similar, los niveles séricos de beta-hidroxibutirato (BHB) son altos en búfalas con cetosis [67,103]. Se considera que la hipercetonemia en búfalas con cetosis se origina debido al estrés [67].
2.5 Diagnóstico clínico
El parto reciente y el típico rechazo de los concentrados por parte de las búfalas, junto con la reducción de la producción de leche, deberían alertar sobre la presencia de cetosis en las búfalas. Al igual que en el ganado bovino, la prueba de diagnóstico más comúnmente utilizada para confirmar la cetosis clínica [80-82] y subclínica [65,92,95,99,112] en búfalas es la prueba de Rothera que se realiza en leche u orina. La prueba de Rothera y una gran cantidad de tiras disponibles comercialmente se basan en nitroprusiato de sodio (por ejemplo, Ketostix, Bayer o Ketocheck en polvo, Great States), sin embargo, se han considerado adecuadas para detectar solo acetoacetato y acetona en vacas lecheras [113,114]. La prueba estándar de oro para la cetosis en sangre es la estimación del ácido β-hidroxibutírico, ya que se considera que esta cetona es más estable en sangre en comparación con la acetona o el acetoacetato [114]. Las tiras comerciales para la detección de (BHB) en orina o leche son utilizadas popularmente en vacas, sin embargo, su disponibilidad en los países donde se crían búfalos es mínima. Algunos estudios recientes evaluaron (BHB) en búfalas cetóticas [67-105]. La detección de cetosis en rebaños de búfalos no es popular y es necesario desarrollar y poner a disposición una prueba para búfalas que detecte la cetosis clínica o subclínica con una precisión razonable.
La estimación de la glucosa en sangre reflejaría el estado de la glucosa y ayudaría en el diagnóstico. Se han realizado estudios sobre la prueba de tolerancia a la glucosa en búfalos [115-117] y han sugerido una menor utilización de glucosa en búfalas cetóticas en comparación con búfalas sanas. Un estudio reciente concluyó que existe una tolerancia a la glucosa inesperada a la carga aguda de glucosa intravenosa en la búfala de agua en comparación con otros rumiantes [117]. Se ha demostrado que la lecitina colesterol aciltransferasa (LCAT) es un buen predictor de cetosis en búfalas egipcias [59,105].
2.6 Terapia
La terapia en la cetosis está orientada hacia la restauración de los niveles de glucosa en las búfalas afectadas. Esto generalmente se logra mediante la administración intravenosa diaria de glucosa al 20 - 25% (0.5 g/kg) hasta la recuperación [80-82,87,89,95,101,118]. Normalmente, dos o tres de estos tratamientos son suficientes para recuperarse de la anorexia y volver a la producción normal de leche [92,95]. Para promover la gluconeogénesis, se sugiere la administración IM de dexametasona (0,05 mg / kg) [119] o acetónido de triamcinolona (0,05 mg / kg) [80-82,90,92].
Figura 6. Tira comercial para detección de cetosis.
Figura 7. Tira comercial BHB para cetosis.
Insulina baja [120] en búfalas afectadas (Tabla 1) ha llevado a la administración IM de insulina bovina (0.5 U / kg) junto con 20-25% de glucosa con un mejor resultado [80,82,89,99,101] en búfalas afectadas, probablemente debido a una mejor utilización de la glucosa administrada por vía intravenosa. Algunos estudios sugirieron que los búfalos cetóticos se beneficiarían de la administración de un esteroide anabólico, el laurato de nandrolona 125 mg [65] o el fenilpropionato de nandrolona 100 mg IM [111]. Esto favorecería un rápido aumento de la glucosa en sangre y una disminución de los niveles elevados de colesterol sérico en los 2-3 días posteriores al tratamiento [65].
Se ha sugerido la administración oral de precursores gluconeogénicos, como 200 g de glicerol, 60-80 g de propionato de sodio [87,90,92,101,121] o 250 g de propilenglicol mezclado con agua [100], durante 3 a 5 días para casos leves de cetosis o como suplemento en búfalas después de la terapia con glucosa intravenosa.
3. Tetania hipomagnesémica en búfalas lecheras
La tetania hipomagnesémica (nota del editor: también conocida como tetania de los pastos) en búfalas lecheras es un trastorno poco común de búfalas gestantes lactantes y no lactantes alimentadas con una gran cantidad de pasto tierno joven [29].
La incidencia de este trastorno es extremadamente baja en búfalos en comparación con el ganado, probablemente porque los búfalos tienen valores de magnesio en sangre significativamente más altos en comparación con el ganado [4,122] y rara vez los búfalos se crían exclusivamente en pastos como las vacas.
Los valores fisiológicos del magnesio en suero varían entre 2,90±0,18 to 3,13±0,27 mg/dl durante la lactancia temprana y media en búfalas [10,65].
3.1 Etiología
En búfalas gestantes y lactantes, el feto en desarrollo y el drenaje en la leche, exigen un mayor requerimiento del magnesio. Un bajo nivel de magnesio en los piensos y la falta de suplementos minerales en la dieta de estos animales los hacen vulnerables a la enfermedad [100].
3.2 Hallazgos clínicos
Se ha descrito la manifestación clínica del trastorno [29]. En casos agudos, los signos clínicos aparecen de repente. Los animales afectados dejan de comer repentinamente, muestran malestar y permanecen cautelosamente atentos. Estos signos están asociados con espasmos musculares. El animal puede parecer asustado o "loco". El paso es tambaleante; luego el animal enfermo cae y mueve sus extremidades con espasmos. La muerte puede ocurrir en menos de 4 h después de la aparición de los signos clínicos [21]. Puede haber un aumento repentino de la temperatura corporal después del ataque tetánico. La frecuencia del pulso y la respiración se incrementan. En los casos subagudos, una pérdida gradual del apetito da como resultado una condición de falta de productividad [123]. Se ha registrado una pérdida de 22 a 55 kg de peso corporal de las hembras gestantes y una disminución de aproximadamente un 27% en la producción de leche de los animales lactantes [22].
3.3 Tratamiento
Se sugiere administrar sulfato de magnesio o borogluconato de magnesio (25 g) disueltos en aproximadamente 400 - 500 ml de agua destilada estéril por vía subcutánea a una velocidad muy lenta [29]. El tratamiento debe ir seguido de una alimentación oral diaria de 50 a 60 g de óxido de magnesio durante un período de 7 a 10 días. Si la respuesta es mala, se sugiere la administración IV lenta de borogluconato de calcio y magnesio [100].
4. Hemoglobinuria de la periparturienta (agua roja)
La hemoglobinuria de la parturienta es una enfermedad aguda que amenaza la vida de los búfalos y el ganado de alto rendimiento, caracterizada por hipofosfatemia, hemólisis intravascular, hemoglobinuria y anemia [124-126].
Se ha registrado una mayor incidencia en búfalas en comparación con el ganado [18-20]. El trastorno es muy letal debido a la hemólisis intravascular y la anoxia anémica grave [127]. La afección se observa principalmente durante la gestación avanzada o dentro del mes posterior al parto [128].
4.1 Epidemiología
El trastorno se ha registrado en búfalas en India [124,127,129-141], Pakistán [19,125,142-155], Egipto [105,156-159], Brasil [160-161], Sri Lanka [29] e Irán [162].
La condición se registra en búfalas adultas con mayor frecuencia durante la gestación avanzada (8-9 meses) y en el período posparto (1-60 días posparto) 29,124,127,140,155,162,163]. Se ha demostrado en diferentes estudios una mayor incidencia durante la gestación [126,164-165] y durante el período posparto [140]. La enfermedad fue considerada más prevalente en búfalas alimentadas en establo en comparación con búfalas en pastoreo [145]. La mayor incidencia de la enfermedad parece que ocurre durante la 3° a la 5° lactancia [18,164-166].
4.2 Incidencia
La incidencia global de la enfermedad es baja. En la mayoría de los países, el trastorno es esporádico y de baja incidencia que afecta a las búfalas de alta producción, sin embargo, en determinadas zonas de la India (Haryana, Rajasthan, Uttar Pradesh y Punjab), el trastorno es mucho más prevalente [167]. Shah y col. [149] registraron una incidencia del 6,5% en una encuesta de búfalos de 1987 en Lahore (Pakistán). En Punjab (Pakistán) se registró una incidencia que varió entre el 0,02% y el 4,4% [18,168]. En otra encuesta en Maharashtra (India), la incidencia fue del 0,70% [140]. En muchos estudios se ha registrado una incidencia estacional de la aparición del trastorno, algunos estudios registraron una incidencia más alta durante el invierno [140,153], mientras que otros registraron una incidencia más alta durante el verano [131,166,169]. La incidencia estacional probablemente se relacione con la disponibilidad de fósforo en el suelo y las dietas para las búfalas [124-126,152].
4.3 Factores de riesgo
La gestación después de los 6 meses y la lactación se consideran los factores de riesgo inherente para el desarrollo del trastorno, siendo el riesgo relativo y la proporción de probabilidades entre la fecundación y la gestación siendo 1.71 y 3.77 respectivamente [163]. Se ha mencionado que las búfalas una vez que se vieron afectadas por hemoglobinuria de parto, tiene 21 veces más probabilidad de tener perfiles séricos bajos de fósforo y, por lo tanto, es probable que vuelvan a sufrir la afección [125]. Un estudio reciente encontró que la edad (≥7 años), la gestación (≥7 meses), la lactancia (≥3), el período posparto (≤60 días), la historia previa de hemoglobinuria durante el parto y la ingestión de plantas crucíferas, eran factores de riesgo en las búfalas, mientras que la alimentación con torta de semilla de algodón, el uso de mezclas minerales o fármacos, los antecedentes de enfermedades distintas de la hemoglobinuria en el parto no fueron factores significativos en el desarrollo de la enfermedad [170].
4.4 Etiología
La etiología de la hemoglobinuria de la parturienta parece ser multifactorial y aún poco entendida. Sin embargo, un fósforo sérico constantemente bajo en las búfalas afectadas [124,131,133,134] refleja una deficiencia de fósforo como la causa putativa de la afección. La deficiencia dietética de fósforo se ha considerado una causa común de la enfermedad [124,139,162,171-174]. Alimentación de cogollos de caña de azúcar, remolacha azucarera, col rizada, mostaza, col y alfalfa [29] o bersim (Trifolium alexandrinum) [125,126,146,151,156,158] paja de lentejas [173], paja de sorgo [140], hojas de col y nabo [175] y paja de trigo/arroz [174] precipitan una deficiencia de fósforo debido a su bajo contenido de fósforo o debido a la presencia de factores inhibidores como iones metálicos que interfieren con la absorción y asimilación del fósforo de la dieta [29]. Las áreas donde el suelo es deficiente en fósforo producirían cultivos deficientes en fósforo [125,152]. Los altos niveles de molibdeno [126,131,176] o potasio en el alimento o un alto contenido de sal en el agua [160] pueden exacerbar la deficiencia de fósforo. Se registró un nivel más alto de potasio en los forrajes y el suelo en las áreas de cultivo de arroz de Pakistán con un bajo nivel de calcio y fósforo en el suero de búfalos criados en estas áreas [177]. También se registraron hallazgos similares en una zona árida de la India con recomendaciones para complementar la dieta de los búfalos con fósforo y calcio [178]. Por tanto, la relación catión/anión en la dieta parece importante para mantener la homeostasis del fósforo y el calcio en el suero. La deficiencia de cobre es también un factor etiológico de la hemoglobinuria posparto, ya que su deficiencia reduce la actividad de la enzima superóxido dismutasa que contiene cobre, que forma parte del mecanismo protector de los eritrocitos contra el estrés oxidativo [179,180]. Se registró un nivel bajo de cobre en búfalas afectadas por hemoglobinuria de parturientas [126,131,135]. Se demostró que la ingestión de agua fría precipita hipofosfatemia en una búfala egipcia gestante [156].
4.5 Patogénesis
El mecanismo de la hemólisis intravascular y la anemia asociada en respuesta a la deficiencia de fósforo continúa siendo poco entendida. Todos los animales que padecen hipofosfatemia no desarrollan hemólisis intravascular [158,181]. Existe una asociación con la hipofosfatemia y una baja ingesta dietética de fósforo, y se presume que el drenaje de la lactancia provoca un mayor agotamiento de las reservas de fósforo [140]. La dependencia de los glóbulos rojos de los mamíferos del metabolismo de la glucosa como principal fuente de energía para una función y estructura viables los hace muy vulnerables a los factores que inhiben las vías glucolíticas. Se ha documentado que la deficiencia de fósforo da lugar a una depleción de ATP [182-184]. Los niveles reducidos de ATP junto con la disminución de los fosfolípidos de la membrana (que ayudan a mantener la forma y la integridad de los glóbulos rojos) se consideraron responsables del cambio en la forma de los glóbulos rojos con la equinocitosis/esferoequinocitosis resultante, que son propensas a la hemólisis [167]. Se sabe que las plantas crucíferas causan la hemoglobinuria por su alto contenido de s-metil cisteína sulfóxido, que es convertido por la microflora ruminal en dimetilsulfóxido (DMSO) [151]. Una vez absorbido en la circulación, el DMSO provoca la precipitación de hemoglobina que conduce a la hemólisis (Yates, 1990). Se cree que la remolacha azucarera, la alfalfa y el bersim contienen saponinas que se sabe tienen una acción lítica sobre las membranas de los eritrocitos [151,185,209]. Se cree que la acción hemolítica de las saponinas es el resultado de la afinidad del resto aglicona por los esteroles de membrana, en particular el colesterol, con el que forman complejos insolubles [209].
Se ha observado que durante la gestación avanzada, se requiere más fósforo y calcio para el feto en desarrollo. La ausencia de suplementos da lugar a hipofosfatemia [166]. Además, la alta proporción de calcio a fósforo observada durante la gestación en búfalas [147] da como resultado una disminución de la absorción de fósforo en el tracto intestinal y, en última instancia, conduce a hipofosfatemia. Los suelos deficientes en fósforo son comunes en países tropicales secos como India y Pakistán [19,124,154]. Aunque muchos suelos son naturalmente deficientes en fósforo, la fuerte lixiviación por lluvia y la constante remoción de cultivos también contribuyen a la deficiencia de fósforo en el suelo. Se ha observado que los forrajes cultivados en suelos deficientes en fósforo tienen, en consecuencia, un contenido bajo de fósforo y, por tanto, una alimentación prolongada de dichos forrajes puede provocar hipofosfatemia [33]. En los búfalos con hemoglobinuria se registró una disminución significativa del recuento de eritrocitos, la concentración de hemoglobina y el hematocrito en los búfalos afectados, lo que indica una anemia grave [135]. La hemólisis intravascular probablemente se produce debido a una vía glucolíticas alterada y la depleción de ATP en los eritrocitos se debe a la deficiencia de fósforo [186]. Una concentración subnormal de ATP predispone a los glóbulos rojos a funciones y estructuras alteradas, lo que provoca una pérdida de la forma normal y un aumento de la fragilidad, lo que finalmente conduce a la hemólisis. Los estudios in vitro en eritrocitos de búfalos revelaron que la captación y el destino de la glucosa dependían de la concentración de fósforo en el medio. Cuando los eritrocitos fueron incubados en un medio sintético deficiente en fósforo, todas las clases de fosfatos celulares incluyendo el ATP, se agotaron significativamente y estos cambios podían ser revertidos mediante la adición de fósforo al medio [186]. Los eritrocitos de búfalas parturientas afectadas de hemoglobinuria revelaron una disminución significativa de fósforo, ATP y fosfatos lábiles a los ácidos [184]. La incubación in vitro de estos eritrocitos en un medio que contenía fósforo repuso los fosfatos celulares [184].
Un posible mecanismo de hemoglobinuria de parturientas podría ser la reducción drástica del contenido de glutatión en los glóbulos rojos, como se registró en búfalas con hemoglobinuria de parturientas [128,136,137,187,188]. Se registró una baja actividad de glucosa-6 fosfato deshidrogenasa [139], catalasa de glóbulos rojos [128] y un aumento significativo de transaminasa glutámico-oxalacética sérica (SGOT), transaminasa glutámico-pirúvica sérica (SGPT) y fosfatasa alcalina en búfalas con hemoglobinuria de las parturientas lo que sugiere posibles alteraciones en estas enzimas en la precipitación la hemólisis. Se ha sugerido que el estrés oxidativo es un posible factor inherente para la hemólisis [127,189-191].
Se presume que el desarrollo de la enfermedad en búfalas gestantes durante la gestación avanzada se debe al aumento de las demandas del feto en desarrollo [18,164] junto con la deficiencia dietética [165]. También parece que a partir del séptimo mes en adelante, las búfalas gestantes tienen una proporción significativamente mayor de Ca/P en sangre en comparación con las que se encuentran en las primeras etapas de la gestación [147].
Figura 8. Patogenia sugerida de la hemoglobinuria de parturientas.
4.6 Hallazgos clínicos
El primer signo clínico notable en las búfalas afectada es el cambio de la orina de color rojo a café [124-126,130,135,140,145,154,166,169] dentro de los 20±10 días antes o después del parto y una temperatura rectal de 101°F a 103°F [19,192]. En la mayoría de los casos, el apetito es normal pero la producción de leche está reducida significativamente [126] y la anorexia es marcada a medida que progresa la enfermedad. La constipación es común y las heces son duras y teñidas de negro [166]. La formación excesiva de hemosiderina y su deposición en las mucosas gastrointestinales en búfalas con hemoglobinuria puede ser responsable de alteraciones gastrointestinales tales como estasis ruminal, constipación, puje, y heces de coloración oscura [166-169]. La temperatura corporal es ligeramente más alta al principio pero luego tiende a volverse subnormal [19,124,140,145]. La frecuencia cardíaca está ligeramente aumentada. Las membranas mucosas de la conjuntiva y la vulva están decoloradas o pálidas y las búfalas afectadas pueden tener mal aliento y orina espumosa [155]. A medida que la enfermedad progresa, pueden ser evidentes la ictericia y la debilidad con recumbencia [18,126,135,193]. Durante las etapas terminales de la enfermedad se pueden observar respiración laboriosa y pulsación yugular. Los signos clínicos aparecen sobre todo después de los 4 meses de gestación [124] en las búfalas y algunas pueden abortar [145]. Heuer y Bode [125] observaron que las heces pueden estar firmes y secas o fétidas y ocasionalmente las búfalas pueden estar diarreicas. Según estos autores, una temperatura corporal elevada (hasta 40 ° C) en las primeras etapas es un signo variable; en etapas posteriores de la afección, es común la temperatura baja. La enfermedad se observa con mayor frecuencia durante el verano cuando los animales se alimentan con paja de trigo o arroz, o estufas de maíz, sorgo y mijo perla, que son fuentes muy pobres de fósforo. La duración de la enfermedad varía de 3 a 9 días [153] con una mortalidad de hasta el 15%. La muerte puede ocurrir a los pocos días. En los casos no fatales, la convalecencia requiere de cerca de 3 semanas y los animales en recuperación a menudo muestran pica. Los animales recuperados pueden seguir mostrando disminución del apetito o dificultad respiratoria [194]. En un estudio reciente, 1/13 búfalas hemoglobinúricas desarrollaron simultáneamente cetosis [195]. En algunos búfalos afectados se observa un pelaje áspero y una marcha rígida [196], algunos búfalos pueden quedar acostados. También se ha observado gangrena en la punta de las orejas en búfalas hemoglobinúricas gestantes [165].
Tabla 2. Fósforo sérico en búfalas sanas y búfalas afectadas con hemoglobinuria de la parturienta | ||
Fósforo sérico (mg/dl) | Referencia | |
Búfalas sanas | Búfalas con hemoglobinuria de la parturienta | |
| 0.97±0.39 | Pandey y Misra, 1987 [135] |
| 2.52 | Neto y col., 2007 [160] |
5.40±0.24 | 2.68±0.16 | Singari y col., 1989 [137] |
| 1.48±0.14 | Bhikane y col., 2004 [140] |
| 2.05±0.69 | Dhillon y col., 1972 [131] |
| 1.50±0.01 | Dhonde y col., 2007 [165] |
5.50±0.29 | 1.95±0.06 | Jain y col., 2009 [169] |
3.87±0.21 | 2.10±0.29 | Gahlawat y col., 2007 [127] |
5.41±0.6 | 1.8±0.4 | Durrani y col., 2010 [155] |
3.94±0.17 | 2.16±0.06 | Rajbir y Sridhar, 2002 [197] |
| 1.65±0.02 | Gupta y col., 2010 [195] |
| 3.68±0.95 | Hagawane y col., 2009 [65] |
6.02±0.24 (Granjas de búfalas Organizadas) 4.70±0.40 (Búfalas en áreas endémicas) | 2.68±0.16 | Bhardwaj y col., 1988 [128] |
3.84±0.25 | 1.98±0.10 | Chugh y col., 1998 [190] |
4.99±0.16 | 1.91±0.13 | Randhawa y col., 1994 [198] |
5.75±0.22 | 3.0±0.45 | Pirzada y Ali, 1990 [150] |
| 0. - 2.9 | Raz y col., 1988 [18] |
| 1.96±0.57 | Kurundkar y col., 1981 [132] |
6.19 | 1.83 | Malik y Gautam, 1971 [129] |
4.7 Patología clínica
En áreas marginales deficientes en fósforo, los animales normales no lactantes en un rebaño afectado pueden tener niveles de fósforo inorgánico en suero dentro del rango normal. Las búfalas lactantes en un rebaño afectado pueden tener niveles de fósforo moderadamente bajos (por debajo de 4 mg/dl) sin ningún signo clínico [199] o valores bajos (2-3 mg/dl) con parálisis de las extremidades como signo clínico [200]. Sin embargo, en búfalas rumanas, los valores de fósforo fueron registrados como de 2,68±1.26 y 2,28±o.92 en búfalas gestantes y lactantes sin ningún cambio clínico [201]. Las búfalas con hemoglobinuria tienen niveles extremadamente bajos de fósforo de 0,97-2,6 mg/dl (Tabla 2).
La glucosa sanguínea, la bilirrubina, la creatinina y la fosfatasa alcalina en suero están elevadas en las búfalas afectadas [140,154,165,171-172] con una posible ictericia debida a la hemólisis intravascular. Las enzimas séricas AST, ALT y ALP están significativamente elevadas en las búfalas con hemoglobinuria de la parturienta [202]. La hemoglobinuria afecta las actividades funcionales de diferentes órganos del cuerpo, principalmente hígado, corazón y riñones [129]. El recuento de eritrocitos, el volumen del paquete celular y los niveles de hemoglobina están considerablemente reducidos (Tabla 3). Pueden estar presentes los cuerpos de Heinz en los eritrocitos y tal vez también los cuerpos de Howell Jolli [135,140]. Las búfalas afectadas muestran anemia macrocítica hipocrómica con neutrofilia, creatinina y nitrógeno ureico séricos elevados [140,165]. La orina es oscura de color rojo oscuro-marrón a negra y generalmente moderadamente turbia. No hay presencia de células rojas en la orina. El análisis de orina revela un pH de 8,0 -9,0 y las muestras de orina son positivas a proteína y hemoglobina [130,140] y algunas veces hay presencia de cetonas y pigmentos biliares también [166,203]. Debido a la probable sobrecarga del hígado, están incrementados los niveles de SGOT, SGPT y ALP en el suero en las búfalas afectadas [202].
4.8 Diagnóstico
La hemoglobinuria posparto se caracteriza por una anemia hemolítica aguda en búfalas paridas dentro de las 4 semanas anteriores. Otras causas de anemia hemolítica aguda no se limitan al período posterior al parto. Las pruebas de laboratorio suelen ser necesarias para confirmar el diagnóstico y para eliminar la hematuria como causa de decoloración de la orina. La presencia de hemoglobina en la orina puede verificarse mediante la prueba de bencidina o utilizando las tiras reactivas disponibles comercialmente (Fig. 9). Tras la centrifugación de la orina de color café oscuro, los glóbulos rojos se depositan en la parte inferior en las muestras de hematuria, mientras que en las muestras de hemoglobinuria el color permanece sin cambios. En un estudio reciente [105], se encontró que la lecitina colesterol aciltransferasa (LCAT) era baja en búfalas con hemoglobinuria y se sugirió como un predictor de hemoglobinuria de parturientas en búfalas. Se registró una actividad significativamente menor de LCAT en 37 búfalos egipcios 4 semanas antes del parto, de estos, 23 desarrollaron cetosis y 14 desarrollaron hemoglobinuria de parto después del parto. Se ha sugerido que los niveles de SGOT, SGPT y ALP como indicadores diagnósticos de hemoglobinuria en búfalas [202].
Figura 9. Las tiras de inmersión en orina para hemoglobina muestran un cambio de color positivo.
Tabla 3. Hemoglobina, volumen del paquete celular y recuento celular eritrocítico en búfalas con hemoglobinuria periparturienta | ||||||||
| Búfalas lactantes normales | Búfalas afectadas de hemoglobinuria | ||||||
Parámetro | Simon y Jacob, 1961 [204] | Nagpal y col., 1968 [124] | Pandey y Misra, 1987 [135] | Bhikane y col., 2004 [140] | Dhonde y col., 2007 [165] | Durrani y col., 2010 [155] | Jain y col., 2009 [169] | Gupta y col., 2010 [195] |
Hemoglobina g% | 11.55±0.39 | 5.78±0.21 | 4.90±0.57 | 6.17±0.50 | 6.05±0.03 | 6.5±1.5 | 6.10±0.5 | 5.75±0.04 |
Volumen del paquete celular | 35.58±0.5 | 16.90±1.01 | 17.75±2.78 | 20.17±1.38 | 17.53±0.23 | 19.4±3.2 | 17.8±1.03 | 16.53±0.23 |
Recuento eritrocitario total (x106/mL) | 3.22±0.30 | 2.92±0.26 | 2.42±0.30 | 3.06±0.29 | 2.83±0.04 | 2.9±1.5 | - | 2.89±0.05 |
4.9 Mortalidad
La tasa de mortalidad registrada en diferentes estudios varía del 12% [124] al 15% [126,149,153], sin embargo, en estudios realizados en Paquistán [18,145] se registró una mortalidad excepcionalmente alta del 53,5 al 63,4%. La mortalidad depende del momento de inicio de la terapia desde el inicio de la enfermedad. En los búfalos que reciben terapia, la mortalidad temprana es baja [29].
4.10 Hallazgos a la necropsia
La sangre es fina y la ictericia está muy extendida por todo el cuerpo. El hígado está inflamado y la infiltración grasa y la degeneración son evidentes. Hay orina descolorida en la vejiga. Los riñones y el hígado están pálidos y agrandados y congestionados por el depósito de hemosiderina [124,126,132]. El epicardio y el endocardio muestran hemorragias y los pulmones están enfisematosos y edematosos [124,126,133,140,166]. La muerte suele producirse por anoxia anóxica.
4.11 Tratamiento
La terapia usualmente administrada IV para las búfalas afectadas es el fosfato ácido de sodio 60-80 g disueltos en 300 ml de agua destilada en solución al 20% [124,127,135,140,165]. Esto es seguido por una dosis similar administrada SC [135] y suplementación oral de fósforo (60 g), sulfato de cobre (3-5 g) y sulfato de cobalto (100 mg) por un período de 7 a10 días. Se necesitan de dos a cuatro terapias IV para una recuperación completa. [140]. La inyección intravenosa de fósforo en forma de fosfato de sodio monobásico de 60 g en 300 ml de agua destilada estéril seguida por la administración oral de la misma dosis, dos veces al día por 3 días, a menudo ha sido eficaz [29]. Se ha sugerido la administración de inyecciones de fósforo inorgánico IV [151]. En un estudio se sugirió un diez por ciento de glicerol fosfato cálcico (1 ml / kg IV) [198] junto con una suplementación oral dos veces al día con 100-120 g de fosfato dicálcico con buena recuperación en las búfalas afectadas.
En los casos severos, pueden ser útiles las transfusiones de sangre como terapia de apoyo [100,115]. La sangre extraída de búfalos sacrificados suplementada con 2,5 g de citrato de sodio (por litro de sangre), penicilina y estreptomicina se sugiere para transfusión en búfalos [151]. Se ha recomendado la suplementación oral de sulfato de cobre (2 g en 500 ml de agua) para búfalos hemoglobinúricos en áreas con alto contenido de molibdeno en el forraje [131]. Como alternativa, también se ha sugerido el glicinato de cobre (1,5 mg / kg disuelto en 540 ml de solución salina normal e infundido por vía intravenosa) [151,198]. La suplementación de hierro y otros fármacos dependería del estado general y las necesidades del animal [165,195,196]. La recurrencia de la enfermedad en búfalas recuperadas se ha registrado en un 18,3% a un 27,4% de búfalas [126,164]. Se han sugerido fármacos antifibrinolíticos para el tratamiento de la hemoglobinuria sobre la base del aumento de la actividad fibrinolítica en búfalas afectadas [205]. Se ha demostrado que el épsilon aminocaproico (EACA) (20 g disueltos en 540 ml de dextrosa al 5% y administrados por vía intravenosa hasta la recuperación) y el ácido para-amino metil benzoico (300 mg disueltos en 540 ml de dextrosa al 5% y administrados por vía intravenosa hasta la recuperación) se han demostrado tener una eficacia del 90 - 92% [206,207]. De forma similar, se ha sugerido la botropasa (un fármaco coagulante y antifibrinolítico de la sangre preparado a partir del veneno de serpiente; Bothrops jararaca) como complemento de la terapia con fosfato ácido de sodio en búfalos con buenas tasas de recuperación [151,208]. Los liberadores de oxígeno como la inosina (0,5 g en 5 a 10 ml de HCl diluido mezclado con 540 ml de dextrosa al 5% administrados por vía intravenosa una vez al día durante 2 a 3 días) también se han mostrado prometedores en búfalos que siguen presentando dificultad respiratoria a pesar de una orina clara [ 194].
Se han sugerido antioxidantes para el tratamiento de la hemoglobinuria en búfalos debido al posible estrés oxidativo que puede estar presente en los búfalos afectados [127,137,189,191], siendo la vitamina C el antioxidante comúnmente utilizado. Se encontró que el ácido ascórbico, ya sea a 5 g [165,188,194,207] ó 7,5 g infundidos diariamente por vía intravenosa junto con 500 ml de solución salina normal [189], tienen una eficacia del 68,5 y del 82%, respectivamente. También se ha sugerido que son útiles otros antioxidantes como la vitamina A y E [195].
4.12 Prevención
Debe garantizarse una ingesta adecuada de fósforo de acuerdo con los requisitos de mantenimiento y producción de leche, especialmente durante el final de la gestación y la lactancia temprana. Se informó de una disminución en la incidencia de la enfermedad después de la administración de suplementos de cobre al ganado en un área con deficiencia de cobre [179]. Sin embargo, en un estudio sobre búfalos, se encontró que el cobre era normal en búfalas con hemoglobinuria [197]. Debido a la saponina hemolítica y el bajo contenido de fósforo en plantas crucíferas como el bersim [157], se sugiere alimentarlas con otros forrajes mezclados para reducir la incidencia de hemoglobinuria. Se sugiere la suplementación con dieta o agua con una fuente de fósforo en áreas deficientes [151]. Esto incluye la adición de fosfato ácido de sodio 30 g/animal/día o harina de hueso 100 g/animal/día o el uso de preparaciones disponibles comercialmente [151].
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1. Bertoni G, Piccioli CF. Indagine sull allevamento delle bufale in provincia di Latina: influenza dell'alimentazione sulle condizioni metaboliche e produttive. Inf Agrario 1994; 18:19-33.
2. Satriani A, Piccioli-Cappelli F, Palimeno F, et al. Fattori ambientali causa di variazioni endocrino-metaboliche nella bufala da latte. Atti I Congresso Naz. Allevam. Bufalo. Salerno, Italia. 2001; 285-288.
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