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Estrés y miedo: consideraciones etológicas en la clínica veterinaria
Belén Rosado Sánchez, Sylvia García...
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El estrés puede definirse como la respuesta fisiológica, conductual y psicológica que se pone en marcha frente a la aparición de un desafío al estado óptimo de bienestar del individuo. La novedad y la falta de predicción y control sobre la situación o estímulo estresor son los detonantes de la puesta en marcha de la respuesta de estrés.
EL VALOR ADAPTATIVO DEL ESTRÉS Y EL MIEDO
El estrés acompaña a los estados emocionales de miedo-ansiedad y determina la intensidad de la activación emocional (arousal) del individuo.
El miedo-ansiedad es una emoción de valencia negativa (emoción desagradable) y la respuesta de miedo parte de la percepción de un estímulo aversivo, que es interpretado como una amenaza real (miedo) o potencial (ansiedad) para la seguridad del individuo.
El estrés y el miedo son respuestas adaptativas desde el punto de vista biológico y permiten poner en marcha tres estrategias básicas instintivas, que con frecuencia se amplían a cuatro, para hacer frente a los eventos estresantes:
- Lucha (Fight): el objetivo es repeler al estresor.
- Huida (Flight): el objetivo es escapar del estresor.
- Inmovilización (Freeze): el objetivo es tolerar de manera cauta la presencia del estresor.
- “Flirteo” (Flirt): el objetivo es redirigir la atención fuera del estresor.
El uso de una u otra estrategia depende del temperamento del animal, pero también de elementos del entorno, como por ejemplo, de la distancia al estresor (amenaza) o de la posibilidad de esconderse o de optar por una vía de escape. A menudo los animales, y especialmente los gatos, reaccionan con huida o escondiéndose ante un estímulo amenazante, pero si esto no es posible, entonces aparece la agresividad defensiva, que sería una manifestación más de la respuesta de miedo.
Los animales pueden exhibir agresividad defensiva cuando tienen miedo y desean escapar, pero perciben que no existe una vía de escape. La agresividad por miedo es la más frecuente en el contexto veterinario.
La lista de potenciales estresores durante la visita veterinaria y la hospitalización es extensa, e incluye los olores (feromonas de alarma de otros animales, productos desinfectantes...), los sonidos (ladridos de perros, pitidos de aparatos, corte de esparadrapo...) y la visión de personas y animales desconocidos. A esto se une la falta de control y predicción sobre el entorno desconocido (no seguro) y el hecho de experimentar malestar o dolor, por la propia enfermedad o por el manejo clínico. En particular, la hospitalización y la separación del propietario son muy estresantes para la mayoría de los animales. Por todo ello, resulta importante saber identificar correctamente las señales de miedo-ansiedad y estrés, así como de dolor, y llevar a cabo una serie de medidas de manejo para minimizar estas manifestaciones.
IDENTIFICACIÓN DE LAS SEÑALES DE ESTRÉS Y MIEDO
Los cambios de comportamiento indicadores de estrés pueden deberse tanto a la estrategia adaptativa (Fight-Flight-Freeze-Flirt) que se pone en marcha para hacer frente a la situación estresante, como a la consecuencia de la activación del sistema simpático médulo-adrenal y después del eje corticotropo, con la consiguiente liberación de catecolaminas y cortisol. Por tanto, los indicadores de estrés pueden ser muy variados, e incluyen desde signos de activación del sistema nervioso autónomo (por ejemplo, hipersalivación, jadeo o dilatación pupilar) a conductas como la agresividad, además de todo el lenguaje corporal y facial asociado al estado emocional subyacente.
Los indicadores de estrés agudo permiten obtener una percepción del bienestar del animal en un momento determinado.
El lenguaje corporal y facial en el perro
El lenguaje típico del miedo incluye una postura corporal baja, con la cola entre las patas pegada al cuerpo o debajo de él, ojos muy abiertos y pupilas dilatadas, boca cerrada y orejas hacia atrás (figura 1a). Pero además de estas señales, resulta importante conocer otros indicadores conductuales de estrés más sutiles, en ocasiones referidas como señales de conflicto (o de calma), como el lamido de labios-nariz o el bostezo, que pueden ser fácilmente observables durante la hospitalización, cuando el personal veterinario se aproxima al animal, y que preceden a señales más evidentes de miedo o agresividad. La conducta de lamido de labios o nariz (figura 1b) puede aparecer como una señal de apaciguamiento, pero también cuando el animal se encuentra en conflicto, frustrado o estresado. Es habitual verlo en combinación con otra señal de conflicto como levantar una extremidad o tras el bostezo. El bostezo exagerado (figura 1c) o fuera de contexto es una señal con posible origen en una conducta de desplazamiento en situaciones de conflicto. Es muy frecuente que el perro emita un bostezo al tiempo que gira la cabeza apartando la mirada. Los ojos entrecerrados o el parpadeo que acompañan al bostezo, puede ser considerado como un signo de evitación, pues la intención de esta conducta es romper la interacción con el otro individuo.
El lenguaje de la amenaza defensiva incluye la misma postura corporal que en el miedo, pero en esta ocasión los labios están retraídos horizontalmente (enseña los dientes) y el animal gruñe. Además, el animal mira hacia el estímulo y algunos perros muestran el característico “ojo de ballena”, con la cabeza ligeramente ladeada, pero la mirada fija, haciendo que la esclerótica del ojo se haga fácilmente visible. [...]
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