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La salud ruminal es un punto fundamental frente al estrés por calor en vacuno lechero
C. Viña Señarís
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Uno de los mayores retos a los que hay que enfrentarse en esta época del año es el incremento de temperatura, que puede alterar el comportamiento y la salud de las vacas provocando descensos de producción y en algunos casos comprometiendo la vida del animal.
El animal empieza a sufrir la situación de estrés por calor con temperaturas bajas, y se manifiesta de manera más visible a medida que aumentan la temperatura y humedad del ambiente.
Para valorar las situaciones de estrés por calor se utiliza internacionalmente el índice de temperatura-humedad (THI), que permite conocer la situación en la que se encuentra el rebaño y si este corre peligro de padecer alguna patología derivada del aumento de temperatura y humedad. Ravagnolo (2000) indicó que la producción de leche diaria se veía reducida en 0,2 kg por cada unidad de incremento del THI cuando este excedía de 72 en una escala de 100.
El umbral del estrés por calor se encuentra en una temperatura de 22 °C y una humedad relativa del 45 %, por lo que el aumento de alguna de ellas o de ambas por encima de este umbral agrava la situación.
Algunos de los principales síntomas del estrés por calor en vacuno pueden considerarse consecuencias de los mecanismos de defensa del animal. Son frecuentes los jadeos y la respiración acelerada para rebajar la temperatura corporal, pero este mecanismo provoca alcalosis debido a la pérdida de CO2, que el organismo tratará de compensar eliminando bicarbonato del torrente sanguíneo, por lo que el animal entrará en una situación de acidosis. En vacas sometidas a estrés calórico, los cambios fisiológicos y metabólicos aumentan su susceptibilidad a padecer acidosis ruminal subaguda o subclínica (SARA), que se caracteriza por caídas del pH ruminal hasta valores comprendidos entre 5,2 y 5,6. Además, con la pérdida de saliva el animal pierde poder tampón.
Otro mecanismo del animal para combatir el estrés por calor es el descenso de la producción y la disminución de la ingestión de materia seca, porque así genera menos calor corporal durante la producción de leche y la rumia. Las vacas que sufren estrés por calor visitan menos veces el comedero pero aumentan la cantidad ingerida en cada visita, lo que lleva asociado una mayor selección de partículas finas y descensos en el pH ruminal. Algunos autores han descrito pérdidas de más de 3 litros de leche por vaca y día y descensos en el consumo de materia seca de hasta el 30-35 %. West (2002) indicó que la ingestión de materia seca se reducía en 0,8 kg de MS por cada grado de incremento de temperatura ambiente por encima de 22 °C. En cuanto a la diminución de la rumia, Soriani et al. (2013) indicaron que el tiempo de rumia diario descendía en 2,2 minutos por cada unidad de THI por encima de 76, además de disminuir el flujo sanguíneo que llega al rumen (Hales et al., 1984)
También se producen otros cambios a nivel fisiológico como la menor absorción de nutrientes, ya que algunos órganos como el hígado sufren una sobrecarga a la hora de compensar la situación de estrés.
Otra consecuencia del estrés por calor es la aparición de procesos inflamatorios e infecciosos provocados por el incremento de la permeabilidad a los lipopolisacáridos (LPS) en el intestino a causa de los bajos niveles de pH. Una de las situaciones más comunes son las inflamaciones de la ubre y los problemas de laminitis que se derivan de los efectos dañinos de los LPS a nivel de las células epiteliales.
Además, el estrés por calor hace que los niveles de grasa en leche bajen por distintos motivos. Uno de ellos son los cambios en la biohidrogenación de ácidos grasos insaturados y en la salida del rumen de sustancias intermedias de este proceso. Estas sustancias actúan como marcadores que interfieren en la expresión de genes responsables de la formación de grasa en la ubre.
Esta situación se ve agravada por el uso de raciones altas en concentrado y con poca fibra efectiva, y por ambientes ruminales alterados por bajadas graves de pH. Los bajos niveles de pH van a provocar una modificación de la flora ruminal, entre las que podemos destacar las bacterias gramnegativas que tras su destrucción van a liberar LPS al torrente sanguíneo.
Pero además, el estrés por calor también afecta a las vacas secas y en posparto, que son más propensas a presentar problemas metabólicos como acidosis y cetosis. Una de las principales causas es la disminución de la ingestión de materia seca y la disminución de la rumia, que durante los primeros 30 días de lactación provocarán una movilización de reservas corporales para la producción de leche y para el gasto extra de energía generado por el estrés calórico.
Nuevas estrategias nutricionales durante el estrés por calor
A pesar de que la nutrición no puede sustituir un buen manejo del cow confort ni una buena ventilación, puede ser uno de los principales puntos de actuación para reducir la situación de estrés por calor.
Es posible contribuir a que el animal ingiera más materia seca y mejore el proceso de fermentación sin generar con ello una situación de mayor estrés. Una de las vías es reducir la proporción de carbohidratos rápidamente fermentables y aumentar los niveles de fibra efectiva en la ración. Si utilizamos forrajes muy digestibles y de buena calidad, la vaca va a incrementar la ingestión de materia seca sin generar más calor corporal extra durante el proceso de fermentación. Además, es necesario controlar los niveles de proteína de la ración, ya que si no son óptimos se puede provocar un exceso de amoniaco que dará lugar a una concentración de urea en sangre, que aumentará el gasto de energía por parte del animal para elimarla.
Una nueva estrategia que ayudará a contrarrestar los efectos del estrés por calor es el uso de aditivos para favorecer la salud y sanidad del rumen, lo que mejorará la digestibilidad de la ración, incrementando la rumia, aumentando los niveles de ácido propiónico y seleccionando la flora ruminal e intestinal para regular el funcionamiento durante todo el tracto digestivo. [...]
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