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Gripe aviar. La tranquilidad futura es la bioseguridad presente
F. X. Abad and N. Majó
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Si los programas de bioseguridad no están integrados en la rutina de la granja y de sus trabajadores, el virus de la gripe aviar aprovechará la ocasión para propagarse.
La bioseguridad es el conjunto de prácticas de manejo diseñadas y correctamente implementadas para prevenir la entrada y posterior propagación de agentes patógenos que puedan afectar al rendimiento de los animales y la sanidad en las granjas animales. Esta es una definición relativamente canónica que se puede encontrar en muchos artículos y libros [1, 2].
La seguridad o protección se opone a la entrada de aquello que puede perturbar. Para el patógeno, la bioseguridad son las barreras, ya sean físicas o procedimentales, que el ganadero opone a su transmisión y posterior propagación. En este artículo se va a adoptar la visión del patógeno y se va a hablar de bioseguridad desde “el otro lado”. En España la gripe aviar ha sido protagonista los últimos meses, por lo que se centrará en este patógeno.
Granjas abiertas
El virus de la gripe aviar se transmite por las secreciones y excreciones aviares [3, 4]. Su reservorio natural son las aves silvestres [5, 6, 7]. Por lo tanto, granjas localizadas en zonas de nidificación o de tránsito migratorio pueden contar con un aporte continuado de secreciones, algunas de las cuales pueden ser infecciosas. Esta situación es peligrosa per se en granjas de régimen abierto y más soslayable en granjas cerradas. Todo aquello expuesto al medio ambiente es susceptible de contaminarse por heces o secreciones aviares. Pienso no guardado correctamente (si coge humedad esto puede favorecer la persistencia de las deyecciones contaminadas) o descubierto; suministros de agua tomados directamente de lagos o estanques que no han sido adecuadamente tratados/desinfectados (más si son utilizados por aves silvestres) en lugar de cisternas o depósitos tapados, son vías de entrada del patógeno, cuya resistencia a la desecación no es muy elevada pero sí es capaz de persistir días e incluso semanas en aguas a temperatura ambiente.
Esta problemática de las granjas en abierto y la interminable sucesión de focos de la cepa H5N8 en esta tipología de granjas en Francia está generando una fuerte corriente en el estado vecino para prohibir o regular de forma muy estricta estas explotaciones por su potencial multiplicador de amenazas biológicas. En cierto sentido, es un vector de fuerza opuesto a la presión creciente de los consumidores de avicultura ecológica que demandan a los productores aves y productos derivados generados en unas condiciones lo más naturales posibles. Una medida que se podría contemplar para poder mantener este tipo de producción es la vacunación de los animales frente a la gripe, aunque esta opción de momento no se considera por parte de las instituciones europeas.
Instalaciones
Al virus influenza no le afecta que la granja esté vallada en su perímetro porque el peligro básicamente es aéreo, pero no deja de ser una buena medida, junto con caminos de acceso bien asfaltados. Los caminos de tierra con baches generan multitud de charcos que pueden ser utilizados como bebederos y donde el virus puede persistir y pasar a las ruedas y bajos de los vehículos (lo que favorece la propagación dentro de la granja, pero también entre explotaciones) o al calzado de los operarios. El asfalto reduce la persistencia del virus, ya que se seca más y aumenta la temperatura más rápido. Además, el asfalto no levanta polvo, que puede contener heces, así que el polvo no se transporta y es más fácil desinfectar, por lo que se reduce la propagación del virus.
El virus aprovechará todo resquicio en la instalación, y no solo hablamos de grietas o agujeros que pueden taparse o cubrir con tela pajarera, sino que ventanas o puertas son elementos necesarios para la actividad pero, a la vez, críticos.
Sin descartar una entrada en forma de aerosol, lo más probable es que el virus aproveche la entrada de utensilios o del propio personal en la nave para hacerlo él también. Por tanto, los utensilios no deberían guardarse en el exterior sino a cubierto, y ser rutinariamente desinfectados, ya que el virus influenza se puede inactivar fácilmente [8, 9, 10].
Operarios
El virus influenza, transportado por el polvo o en el suelo, puede adherirse a los operarios. Este punto es crucial, por lo que es necesario que se desprendan de la capa exterior de ropa y del calzado (hasta en el 90 % de las contaminaciones microbianas el transmisor es el ser humano) [11] y se vistan con ropa de trabajo especifica de la nave o granja para realizar su actividad (que no puede llevarse en otras naves o granjas). A la entrada de la nave se ubicará un pediluvio, para la desinfección del calzado, que contendrá solución desinfectante a la que no le afecten los rayos solares y que se renovará al menos con una periodicidad semanal o de la forma que paute el fabricante.
Lavarse las manos y las uñas, mediante el procedimiento adecuado [12], antes de entrar y después de salir debería ser una regla obligatoria. El lavado puede extenderse a todo el cuerpo, para tratar otras áreas expuestas, en forma de ducha de agua.
Al virus le favorece que los operarios no sean específicos de la granja, sino que circulen entre diferentes granjas, arrastrando polvo o heces entre ellas a través del calzado, la ropa o los medios de transporte. Por este motivo, los vehículos deben ser desinfectados (ruedas, bajos, etc.) al entrar y al salir de la explotación, bien manualmente o utilizando rodoluvios con solución desinfectante adecuada y activa. Como se ha mencionado, el acceso del personal debe estar limitado al estrictamente necesario y esto también se aplica a personal externo o servicios de mantenimiento que deberán seguir estrictamente las mismas normas que los operarios de la granja. Es importante llevar un registro de todas las entradas y salidas en cada nave y en la granja, así como de dónde vienen y adónde van, para mayor trazabilidad en futuras contingencias, y para bloquear aquellos accesos que se consideren de riesgo. [...]
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